jueves, 3 de octubre de 2013

DOMINGO XXVII -C-


1ª Lectura: Habacuc 1,2-3; 2,2-4

    ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré “Violencia”, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?
    El Señor me respondió así: Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido.
     La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.

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    El profeta se queja, en nombre del pueblo, de la “inactividad” de Dios ante las desgracias que asolan a la comunidad (desórdenes internos, unidos a la opresión de los caldeos). La respuesta del Señor, consignada en la tabilla, garantiza la intervención salvadora de Dios, pero Dios tiene “su” tiempo. Su aparente retraso es un estímulo y una prueba para la fe, única clave desde la que es posible la lectura de su obrar. San Pablo extraerá de la expresión “el justo vivirá por su fe” su doctrina de la justificación por la fe ((Rom 1,17; Gál 3,11).


2ª Lectura: II Timoteo 1,6-8. 13-14

    Querido hermano:
    Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Ten delante la visión que yo te dí con mis palabras sensatas, y vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.

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    Timoteo es invitado a vivir responsablemente su ministerio: con fe y amor, con valentía, dispuesto a arrostrar los “duros trabajos del Evangelio”. El evangelizador ha de estar dispuesto a dar la cara por el Señor y a traducir la cara del Señor con su vida. Esta carta deja entrever ya la existencia de una polémica antipaulina, por eso le exhorta a “dar la cara por mí, su prisionero”. Es importante destacar la intrahistoria de los escritos bíblicos, para no reducirlos solo a documentos doctrinales.


Evangelio: Lucas 17,5-10
 
    En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe.
    El Señor les contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
  Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa?”
    ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?” ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

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    El texto seleccionado consta de dos momentos: Una instrucción sobre la necesidad de la fe, y otra sobre la cualidad del servicio creyente.
    Respecto del primer momento: En el evangelio de san Lucas, la súplica de los Apóstoles motiva la respuesta de Jesús sobre la necesidad de la fe. En el evangelio de san Mateo, sin embargo, ese “dicho” es una réplica de Jesús a la extrañeza de los discípulos por su incapacidad para curar a un enfermo epiléptico. Las verdaderas dimensiones de la fe no son cuantitativas sino cualitativas.
    Respecto del segundo, Jesús advierte cómo ha de ser el servicio del discípulo respecto de las instrucciones del Señor: un servicio humilde y agradecido


REFLEXIÓN PASTORAL

    Actualmente se va incrementando notablemente el número de españoles que se declaran ateos, agnósticos e indiferentes; además de todos aquellos que se manifiestan como creyentes no practicantes. Pero hay algo más preocupante que la mera  estadística: la mayoría de los que se declaran así, fueron un día miembros de la Iglesia; de ella recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana y, por rudimentaria que fuera, la catequesis del Evangelio. Y, además, es precisamente este bloque de ciudadanos el que aparece con mayor futuro social y capitaliza el dinamismo de la vida pública.
    ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Sin duda que las causas son variadas. ¿Qué se está haciendo para poner freno a esta hemorragia de lo religioso?  Algunos han tomado conciencia del problema, pero a la mayor parte de los católicos esto les (nos) deja despreocupados. Es como si hubiéramos decidido responder con la indiferencia al indiferentismo religioso que nos rodea.
      “El justo vivirá por su fe”, afirma el profeta Habacuc (1ª lectura) ;  “Si tuvierais fe como un granito de mostaza diríais a esa morera: arráncate y plántate en el mar, y os obedecería”, dice Jesús en el Evangelio.  Palabras que hemos de entender correctamente. Nosotros solemos decir que la fe mueve montañas, pero evidentemente la fe no es una fuerza para trasformar la orografía y el paisaje, sino la propia vida.
      “Si tuvierais fe...”;  si tuviéramos fe...
-Buscaríamos ante todo el Reino de Dios...
-Daríamos mayor profundidad a nuestra vida...
-Seríamos capaces de reconocer la presencia de Dios...
-Superaríamos el miedo a “dar la cara por nuestro Señor"..., y la tentación al disimulo.
-Nuestra oración sería más abundante y comprometida...
-Dejaríamos de lamentar el mal, para entregarnos a hacer el bien...
-No nos limitaríamos a  ocupar un asiento en la iglesia, sino que buscaríamos desempeñar una función en ella.
-No nos contentaríamos con oír el Evangelio, sino que  participaríamos “en los duros trabajos del Evangelio”...
       "Si tuvierais fe..." ¿Tan poca fe tenemos? ¿Qué es tener fe? Por supuesto que no es solo creer que Dios existe. “También lo demonios lo creen y tiemblan”, afirma Santiago en su carta (2,19).
         Sin duda que una respuesta ajustada  supone integrar muchos elementos. Propongo un camino sencillo: acercarnos al Evangelio. Conocemos la narración del centurión (Mt 8,5-13). La actitud de aquel militar pagano: “No soy digno de que entres en mi casa...”, admiró a Jesús: “En ningún israelita he encontrado tanta fe”.
        Y no es este el único botón de muestra. Una mujer pagana, cananea (Mt 15,21-28), se acerca a Jesús con una petición: “Ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo”.  Jesús se hace el huidizo; casi la provoca con un desaire: “No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros”. La mujer, que es madre, no se rinde ni se ofende: “Cierto, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Y Jesús se entrega: “¡Qué grande es tu fe, mujer!”.
       A Jesús le impresionó y casi desarmó la “fe” de estos dos “no creyentes” oficiales; al tiempo que le decepcionó profundamente la falta de fe de tantos “creyentes de oficio”. En su propio pueblo “se extrañó de aquella falta de fe” (Mc 6,6).
        ¿En qué consiste, entonces, la verdadera fe? ¿Cuál es? Son cuestiones que rehúyen la simplificación de una respuesta apresurada. Al evocar estos hechos, a primera vista paradójicos, mi propósito es invitar a buscar la respuesta. Pero quiero ofrecer una pista: Dios es más que un dogma, y la fe más que una teoría.
    Creer no es solo saber y aceptar intelectual y afectivamente unas verdades; hay que acogerlas efectivamente. Creer es integrar la vida en el designio, en la verdad de Dios, e integrar el designio de Dios, su verdad, en la vida. La fe es acogida y entrega; recepción y donación.         
       Creer es situar la vida en otra dimensión; sentirse profunda, vitalmente captado por Dios. Dejar que él protagonice mi vida. Creer no es tanto opinar cuanto vivir. Habituados a creer creyendo, nos hemos olvidado de creer creando. El justo vive de la fe. “Tu eres nuestra fe” exclamará Francisco de Asís.
      Y una última sugerencia apuntada en el evangelio, “Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer”. O sea que por creer, por vivir según la fe, a Dios no hay que  pasarle  factura, ni pedirle cuentas; hay que darle gracias.
Como los apóstoles, pidámosle: “Señor, auméntanos la fe”, o como aquel otro personaje del evangelio digámosle: “Señor, creo, pero ven en ayuda de mi poca fe” (Mc 9,24). Con Francisco de Asís oremos: “Dame fe recta”.

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Cómo vivo la fe? ¿Con gratitud? ¿Con responsabilidad? ¿Con alegría?
.- ¿Pido a Dios crecer en la fe?
.- ¿Cómo afronto las crisis de fe?


DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

1 comentario:

  1. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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