miércoles, 31 de octubre de 2018

DOMINGO XXXI -B-

1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6

    Habló Moisés al pueblo y le dijo: Teme al Señor tu Dios, guardando todos los mandamientos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor Dios de tus padres: “Es un atierra que mana leche y miel.”
    Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.

    El temor del Señor no es “el miedo” de Dios, sino una expresión típica de la fidelidad al Dios de la Alianza. Por eso se manifiesta en la observancia los mandatos del Señor, que se resumen en el amor a Dios sin fisuras. Un Dios uno y único -“No hay otro” (Dt 4, 39)-, que debe presidir todas las manifestaciones y espacios de la vida.

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2ª Lectura: Hebreos 7,23-28

    Hermanos:
    Muchos sacerdotes se fueron sucediendo, porque la muerte les impedía seguir en su cargo. Pero Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa; de ahí que pueda salvar en definitiva a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo Pontífice: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, y después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose  a sí mismo. En efecto, la ley hace a los hombres sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

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    Cristo es sacerdote para siempre; su sacerdocio “no pasa”. Un sacerdocio que ejerce en el cielo, en nuestro favor. Es el sacerdote que nos convenía. Un sacerdocio que tiene una proyección sacramental en la Iglesia, dotada del poder sacerdotal de Cristo, que se hace visible en los sacramentos. Por eso solo actuando y actualizando el sacrificio de Cristo la Iglesia puede ser espacio de salvación. El ministerio sacerdotal no es un “añadido” sino una participación del único ministerio del único sacerdote: Cristo.

Evangelio: Marcos 12,28-34

    En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todo?
    Respondió Jesús: El primero es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.” El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.
    El letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
    Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

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    En S. Marcos la intervención de este hombre encierra algunos matices. No pregunta por el primer mandamiento de la Ley, como en Mt 22,36 (en S. Lucas la pregunta tiene otro sentido), sino por el primero de todos los mandamientos (v 28). El escriba pregunta por la quintaesencia de la voluntad de Dios. La respuesta de Jesús está cargada de intencionalidad. Antes de pronunciar ningún mandamiento introduce una premisa clarificadora que fundamenta y justifica cualquier precepto: la fe en Dios en forma de reconocimiento agradecido a su intervención salvadora en la historia. Sin esa fe los mandamientos, cualquier mandamiento, son una imposición extrínseca; con ella, los mandamientos son respuesta, acogida, celebración de la salvación de Dios. Y desde ese prefijo de la unicidad de Dios se sigue la primera conclusión: amarlo con un amor singular y sin fisuras ni espacios vacíos. Pero en la respuesta de Jesús hay un elemento chocante: introduce un segundo mandamiento, tema sobre el que no había sido preguntado (v 31). El "segundo" no es sólo la verificación del "primero" (cf I Jn 4,20), sino que su cumplimiento sólo es posible desde el "primero" (cf. 1 Jn 4,7), y éste, a su vez, lo es solo desde la experiencia del "amor primero", es decir, desde la experiencia del amor de Dios que nos precede (1 Jn 4,10) y que es mayor (Rom 5,5-8). La conclusión de la respuesta de Jesús demuestra claramente que se trata de "un" mandamiento con "dos" vertientes: “No existe otro mandamiento mayor que éstos”.
   El escriba, en la respuesta, muestra su plena coincidencia con Jesús, que alaba la sensatez del escriba en su respuesta. Entonces, ¿qué aporta Jesús? La originalidad no reside en la formulación material del tema en sí, sino en la “forma” que se percibe situándolo en el contexto de la vida, enseñanza, conducta y muerte de Jesús. Jesús no solo enseña que hay que amar a Dios y al prójimo, sino que enseña cómo amar,  "como yo", y ahí reside la novedad.

REFLEXIÓN PASTORAL

 En el Evangelio de  san Lucas, a continuación de la respuesta de Jesús a la pregunta sobre “el primer mandamiento de todos” sigue la parábola del buen samaritano (Lc 10,30-37), con la que se nos aclara quién es nuestro prójimo. Todo hombre. Pero Jesús ha proclamado otro mandamiento, el primero: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12,30) Y ¿ya sabemos quién es nuestro Dios?
         ¿Quién es Dios? Una pregunta desigualmente respondida, pero una pregunta ineludible, porque Dios no deja nunca indiferente al hombre. Como creyentes, ¿quién es Dios para nosotros?, ¿para mí?
         Dios no es algo, es alguien; no es una idea, es una realidad personal; no es límite del hombre, sino la posibilidad del hombre.
         Es Alguien próximo, íntimo a nosotros –“más íntimo a mí que yo mismo” decía san Agustín-; a quien no hay que buscar solo, ni principalmente, en los callejones sin salida de la vida, en las limitaciones del hombre: el dolor y la muerte…, sino, también y sobre todo, en los horizontes abiertos, en la sonrisa, en el color… Y, sobre todo, Dios es nuestro Padre: “Cuando oréis decid: Padre…” (Lc 11,2). Dios es AMOR.
         Pero este Dios no debe ser solo teóricamente afirmado - concediéndole una especie de certificado de existencia-; ha de ser vivencialmente sentido y profundamente amado, sin espacios vacíos, “con todo el ser”. Su presencia en nuestra vida ha de trasformarla. Y es necesaria esta practicidad, si no queremos escuchar la recriminación de Jesús: “Este pueblo me honra con los labios…” (Mc 7,6), o aquella otra de san Pablo: “por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios” (Rom 2,24).
 “Te conocía solo de oídas…” (Jb 42,5), podía ser la respuesta de muchos creyentes. Y un conocimiento de Dios solo “de oídas”, como un hablar de Dios solo “de oídas”, resulta empobrecedor y carente de credibilidad. Dios no es un tema del que hay que oír hablar o del que hay que hablar; es Alguien con quien hay que hablar y Alguien a quien hay que oír.  Ser creyente es ser testigo, y es imposible dar testimonio de lo desconocido.
         Nuestra vida no debe participar de ambigüedad referencial, sino que ha de orientarse linealmente hacia Dios, el Dios revelado en Cristo. Cualquier otra referencia, además de una desorientación, es una frustración.
         No basta con decir que creemos, hay que mostrar en quién y qué creemos, explicitando los contenidos de nuestra fe. No basta con decir que somos creyentes, hay que mostrar qué creyentes somos.
         “Yo soy el Señor, y no hay otro” (Is 45,18; cf. 43,11; 45,22). Y ese Dios se nos ha revelado con un rostro humano, en una opción humana, con un nombre humano, Jesucristo. Y “no ha salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12). Si somos capaces de interiorizar y exteriorizar esta verdad, habremos dado un golpe de timón salvador para nuestra existencia.
         Si el sentido de Dios se atenúa -no digo que desaparezca-, si se homologa -no digo que se supedite-  a otros sentidos, hay que reconocer, y no es un juego de palabras, el sinsentido de nuestra vida; ya que este depende del sentido que Dios tenga en ella.
         ¿Quién es Dios? No evitemos la pregunta, si no queremos privar a nuestra vida de contenidos sólidos. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene  y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). ¡Ahí descansa nuestra fe! No en una verdad fría y aislada de la vida, sino en un AMOR infinito, que nos ama infinitamente.
         Pero ni Dios ni su amor pueden ser evasivos. El horizonte donde concretar el amor a Dios es el prójimo; pero el amor al prójimo solo será posible desde el amor de Dios.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Hay dioses “alternativos en mi vida?
.- ¿Es la palabra de Dios luz e mis senderos?
.- ¿Mantengo viva en mi vida la pregunta por Dios?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

jueves, 25 de octubre de 2018

DOMINGO XXX -B-


1ª Lectura: Jeremías 31, 7-9

    Esto dice el Señor: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que os traeré del país del Norte, os congregaré de los países de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.

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     El texto seleccionado forma parte del “Libro de la Consolación”, escrito en su mayor parte entre la reforma del rey Josías (622) y su muerte (609). Dicha reforma socio/religiosa suscitó la esperanza en un futuro en que Israel, deportado por los asirios (721), regresaría para formar con Judá un solo pueblo. Estos textos fueron releidos posteriormente, tras el exilio babilónico, como animadores  de esperanza. En ellos se expresa la idea de que, a pesar de los avatares históricos, en los que el pueblo alejándose de los mandamientos de Dios se hunde en sus “esclavitudes”, Dios nunca lo abandona.


2ª Lectura: Hebreos 5,1-6

   Hermanos:
    El Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote, sino Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, o como dice otro pasaje de la Escritura: “Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.”

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    Cristo es el Sumo Sacerdote definitivo. De nuestra raza, nos conoce, por eso puede interceder por nosotros desde dentro de nuestra humanidad. Su sacerdocio es un sacerdocio “compasivo”, “fraterno”, que se remonta al sacerdocio “tribal” de Aarón, enraizándose en un sacerdocio misterioso, el de Melquisedec, mostrando así su universalidad.


Evangelio: Marcos 10, 46-52

    En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, ten compasión de mí.
    Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo.
    Llamaron al ciego, diciéndole: ánimo, levántate, que te llama.
    Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti?
    El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver.
    Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado.


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    Antes de entrar en Jerusalén, Jesús realiza la última curación  devolviendo la vista a un ciego, que le invoca como “Hijo de David”. ¡Todo un símbolo! ¡Hay que tener los ojos muy abiertos para comprender los acontecimientos que van a suceder! “¿Qué quieres que haga por ti?” Ante esta pregunta los Zebedeos pidieron poder, Bartimeo, en cambio, visión. Jesús hace ver, porque es Luz; pero no da poder, porque es Servidor. Aquel ciego, recuperada la visión, lo seguía por el camino. ¡El discípulo ha de entenderlo!


REFLEXIÓN PASTORAL

      A poco que hayamos prestado atención a este evangelio habremos percibido su capacidad de impresionar y sugerir. No es una anécdota pasada. Jesús aparece dando sentido a los sentidos -o a la falta de sentido- del hombre.  Hace andar a los cojos, ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos.  Cumple su programa (cf. Lc 4,16-19). Jesús  dador de sentido, liberador de los impedimentos del hombre...
      Hoy se nos habla de un pobre ciego -doble desgracia, y es que la desgracia nunca viene sola-, sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero tuvo suerte, porque ese camino -el de su pobreza y marginación- lo recorría también Jesús.  Y es que el camino, la andadura del Señor, discurrió precisamente por esas zonas que los hombres oficialmente buenos consideran "peligrosas".
       "Escoge a los pecadores y come con ellos…. (Lc 15,2); si este fuera profeta sabría quién y qué clase de mujeres la que lo está tocando, pues es una pecadora. (Lc 7,39).  Así pensaban y se expresaban los "buenos". Pero Jesús no rehuyó lo que ellos llamaban "malas compañías". Porque había  venido a buscar precisamente a lo que estaba perdido. No se preocupó de evitar las "malas compañías", sino que se esforzó por ser él un buen compañero, una "buena compañía" (cf. 2ª lectura).
       No recorrió las rutas "oficiales" sino los caminos reales de los hombres.  Por eso sabía de sus necesidades; por eso su camino de la cruz empezó antes del viernes santo, porque hizo suya la cruz de cada hombre.
      Por eso cuando los prudentes, los preocupados por ocultar al Maestro la fealdad y la pobreza humanas que hay a lo largo del  camino, quisieron acallar los gritos del ciego, Jesús, para quien no servían esos cordones de seguridad, no permite que se pierda ningún grito de dolor y esperanza  y manda traer al ciego.
      "¿Qué quieres que te haga?". Jesús, como el que sirve, se ofrece pero no impone el servicio. Quiere que el hombre tenga la iniciativa en su propia salvación. Porque sin libertad no hay salvación. Sería una imposición más. Antes de curar, Jesús quiere saber qué era para aquel hombre su enfermedad, su carencia y su dolencia radical: "¿Qué quieres que te haga?"  "¡Maestro, que recobre la vista!".
     Más de una vez he pensado que aquel hombre no era tan ciego: había reconocido y confesado a Jesús como “Hijo de David”, y se dirige a él como “¡Maestro!”. ¿No estarían más ciegos los que le mandaban callar?
     En todo caso, este breve diálogo deberíamos revivirlo todos y cada  uno de nosotros. Porque Jesús no ha cambiado de actitud. Sigue recorriendo los caminos de la vida real con su pregunta "¿Qué quieres que  te haga?". ¿Qué le responderíamos nosotros? ¿“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)?; ¿“Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24)?; ¿“Maestro, que  recobre la vista” (Mc 10,51)?
      ¿Somos conscientes de nuestras carencias y dolencias más radicales? ¿Tendríamos una necesidad tan profunda como la  del ciego, la de ver, o nos limitaríamos con una petición por el bienestar? ¿Nos contentaríamos, como los dos hermanos del pasado domingo, con un puesto de privilegio, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mc 10,37)?
“Tú que diste vista al ciego, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe”, unas gotas que lleguen hasta el corazón, porque solo se ve bien cuando se mira con el corazón y con un corazón limpio. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).

REFLEXIÓN PERSONAL: 
.- ¿Qué expectativas suscita en mí Jesús?
.- ¿Siento necesidad de “ver”?
.- ¿Mis encuentros con Jesús son sanadores?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCAp.

jueves, 18 de octubre de 2018

DOMINGO XXIX -B-


1ª Lectura: Isaías 53,10-11

    El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará, con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.
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    El texto, tomado del cuarto canto del Siervo, puede leerse como una “profecía” del “siervo Jesús”. Tras una existencia aparentemente frustrada, el Siervo justificará a muchos (cf. Mc 10,45). No será una existencia estéril. Los planes de Dios no son siempre de fácil lectura, pero tienen su clave de lectura.

2ª Lectura: Hebreos 4,14-16

    Hermanos:
    Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

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   Cristo, sumo sacerdote, es nuestra avanzadilla en el cielo, y allí se ha convertido en intercesor permanente. Sus heridas no solo nos han curado (1 Pe 2,24), sino que son memoria viva ante el Padre. Es de los nuestros, nos conoce. Ahí radica la esperanza del cristiano. La existencia de Jesús es pro-existencial: lo fue en su vida terrena y lo sigue siendo en el cielo.

Evangelio: Marcos 10,35-45

    En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
    Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
    Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
    Jesús replicó: No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
    Contestaron: Lo somos.
    Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizarñeis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
    Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

                            ***             ***             ***

    A continuación del tercer anuncio de la Pasión, este relato pone, una vez más, en evidencia la "resistencia" de los discípulos para comprender (cf 8,32ss; 9, 32ss). La sección consta de dos partes: vv 35-40  y  42-45. Contemplando los paralelos sinópticos se advierten algunas peculiaridades. Mt pone la petición en labios de la madre (20, 20-21) y elimina la mención del bautismo. Lc, que no transmite la primera parte, la segunda (vv 42-45) la sitúa en un contexto diferente: en el de la institución de la eucaristía, inmediatamente después de su narración (Lc 22, 24-27). La respuesta de Jesús se articula en dos momentos: haciéndoles caer en la cuenta de que no conocen el alcance último de su petición, y realizando la contraoferta.  El v. 41 sirve de tránsito para la segunda parte, y también de radiografía de la "calidad" humana del grupo. Jesús, partiendo de una constatación de hecho: el modo como se ejerce el poder político, presenta un estilo alternativo, articulado en tres proverbios o sentencias (los destinatarios del evangelio de Mc han conocido el despotismo de Nerón). La alternativa cristiana es de otro estilo. Y está fundamentada e inspirada en el ejemplo del Maestro. La expresión "por muchos" (cf. 14,24) puede entenderse en un sentido circunscrito, aunque indeterminado, o universal -por todos-; el testimonio de 1 Tim 2,6 lo confirma. La alusión a la muerte expiatoria tiene como transfondo a Is 53, 10-12, aunque la de Jesús presenta elementos del todo singulares. La petición de los Zebedeos sirve para conocer la propuesta de Jesús: participar en su destino (cáliz y bautismo), y el estilo de una comunidad cristiana: el servicio. Jesús es alternativo a los sistemas imperantes; no es solo contrario -no es un NO-, sino distinto -es un SÍ-, una propuesta renovadora.


REFLEXIÓN PASTORAL

    La escena evangélica protagonizada por los hijos del Zebedeo da lugar a interpretaciones diametralmente opuestas.
    La mayor parte de los comentaristas atribuyen esta actitud a una ambición desenfrenada, a deseo de supremacía... Otros, por el contrario (los menos), asumen la defensa de los acusados, considerando el conjunto de la escena como expresión de amistad y del deseo de los dos hermanos de acompañar a Jesús a lo largo de su camino, de estar a las duras y a las maduras... Pero permanece el hecho de que el episodio, a no ser que se recurra a simplificaciones apresuradas, presenta aspectos desconcertantes. El evangelista Lucas lo ignora, y san Mateo se lo endosa a la madre. El relato de Marcos tiene todos los visos de corresponder a la realidad.
     Se puede sostener, adoptando una solución intermedia, que la petición de Santiago y Juan no parece ni descaradamente egoísta, ni totalmente desinteresada. Una mezcla de entusiasmo y cálculo. Un fondo de generosidad, en el que se insinúa una pizca de vanagloria. Una disponibilidad al riesgo, pero con alguna garantía. En una palabra, ingenuidad y picardía...
     Jesús no les reprende; se limita a "purificar" su visión y su pretensión. Sin embargo los compañeros interpretaron desfavorablemente la postura de los hermanos. Se sienten ofendidos por el atrevimiento de los dos colegas; piensan que eso puede atentar contra la estabilidad del grupo. En realidad los "diez" alimentaban las mismas pretensiones. Poco antes, Jesús, sorprendido del “ruido” que percibió en el grupo camino de Cafarnaún, había preguntado a los Doce: "¿De qué discutíais por el camino"?, y no contestaron, porque por el camino habían discutido sobre quien sería el más importante (Mc 9,33-34).
    "No sabéis lo que pedís", les responde Jesús, y les hace la única oferta posible para quien de verdad busca su cercanía: "el cáliz". El no es un seguro de éxito humano, sino un reto y un riesgo.
     Y al resto del grupo les aclara el verdadero estilo, alternativo, que ha venido a instaurar: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero que sea esclavo de todos". No se trata de demandar puestos a la derecha o a la izquierda; el puesto que recomienda Jesús es el que adoptó él, lavando los pies de los discípulos (Jn 13,1-14). ¡Más claro! Y es que Jesús diseña una tipología alternativa, revalidando lo menor y a los menores. Y lo hace conscientemente, sabiendo que, procediendo así, desconcertaba y desestabilizaba no solo el sistema socio-religioso de su tiempo, sino a los propios discípulos.
     Tanto la primera lectura, como la segunda, subrayan también el aspecto del servicio del enviado de Dios: entrega personal de la vida, entrega exhaustiva, en vertiente profética (primera lectura) y en vertiente sacerdotal (segunda lectura). Se trata de un servicio no ritual, sino existencial, hasta el agotamiento. Y. muchas veces, un servicio silencioso, sin publicidad, sin cámaras… Porque hay quienes están dispuestos a servir, pero desde la presidencia, desde la dirección… ¿Seremos capaces de esto?
    Estas palabras de Jesús suponen una llamada de atención a una Iglesia permanentemente tentada de confundir la “presencia” con la “presidencia”, de servir desde el poder, confundiendo el poder servir con el servicio del y desde el poder.
    La Iglesia, la comunidad de los creyentes en Cristo, solo será útil y significativa para los hombres y sobre todo fiel a su fundador, en la medida que sea alternativa; en la medida en que rompa la lógica de lo mundano. "No sea así entre vosotros” (Mc 10,43).
     Cuando se dedique a copiar estructuras administrativas de pervivencia... Cuando en ella surja la impresión de la existencia de dominados y dominadores... Cuando la burocracia sofoque, ahogue a la gracia... Cuando aparezcan estas señales de alerta, abrir  otra vez esta página de san Marcos.      
     Jesús no está en contra de que haya dirigentes en la Iglesia. El nombró a Pedro y los Apóstoles. Pero está en contra del modo mundano de ejercer la jefatura. La Iglesia no ha de ser una comunidad desprovista de autoridad, entendida esta como disponibilidad al servicio, a semejanza de “el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10,45). Y “ no está el discípulo sobre su Maestro" (Lc 6,40).
        
REFLEXIÓN PERSONAL

.- Cómo cristiano, ¿a qué aspiro en la vida?
.- ¿Qué privilegio: el servicio o el autoservicio?
.- ¿Mi comunión con Cristo es real o ritual?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

miércoles, 10 de octubre de 2018

DOMINGO XXVIII -B-


1ª Lectura: Sabiduría 7,7-11

    Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza. No la equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena, y junto a ella la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Todos los bienes juntos me vinieron con ella, había en sus manos riquezas incontables.

                                      ***             ***             ***

    El sabio opta por la sabiduría, que es la revelación de Dios.


2ª Lectura: Hebreos 4,12-13

    La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubiero a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas.

                                      ***             ***             ***

    En pocas palabras el autor de la Carta a los Hebreos hace una presentación de los rasgos más profundos de la Palabra de Dios. Y esa Palabra se hizo carne e historia en Jesucristo.


Evangelio: Marcos 10,17-30

    En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
    Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
    Él replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
    Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme.
    A estas palabras, frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
    Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
     Los discípulos se extrañaron de sus palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
    Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse?
    Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
     Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
    Jesús dijo: Os aseguro que quien deja casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casa y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna.


                                      ***             ***             ***

     A un hombre con una pregunta existencial por lo fundamental, Jesús, mirándole con cariño, le invita a “ir más allá” del cumplimiento: le invita a su seguimiento, un seguimiento enriquecedor, pero también retador. La propuesta  alternativa  de Jesús implica tres momentos: desprendimiento, caridad y seguimiento. La “retirada” de aquel hombre es elocuente. Jesús advierte del peligro de los que confían en las riquezas, pero tampoco lo absolutiza: Dios lo puede todo (cf. Lc 19, 1-10). En la respuesta a Pedro, Jesús asegura que el seguimiento exige el desprendimiento y que  el desprendimiento y seguimiento cristiano es enriquecedor: abre al hombre a una familia más amplia: la iglesia, y  le incorpora en esperanza a la vida eterna. El inciso “junto con persecuciones” matiza la interpretación materialista o ingenua de la promesa.


REFLEXIÓN PASTORAL


    La Palabra de Dios no es un adorno ni un entretenimiento. Es la única posibilidad de caminar por el mundo, identificados con estilo y contenidos propios. Esta Palabra nos comunica verdades (es reveladora) e interpela nuestra existencia (es responsabilizadora).
    La rutina y la artificialidad con que la proclamamos y escuchamos han acabado por restarle capacidad de impacto en nuestra existencia. ¡Ya nos sabemos el Evangelio - y no nos sorprende-! ¡Ya no es una buena noticia, ni siquiera noticia, sino historia repetida! Acojamos con responsabilidad las afirmaciones de la Carta a los Hebreos: "La Palabra de Dios es viva y eficaz... Juzga los deseos e intenciones del  corazón" (2ª lectura).
    ¿Y cuáles son los contenidos y exigencias que esa palabra nos anuncia este domingo?
    Que es necesario dotar a nuestra vida de contenidos sólidos, si queremos que esta no se diluya. Que es preciso establecer una valoración jerarquizada de los motivos del vivir, si no queremos una existencia tergiversada, desorientada. Que al hombre no le queda otra alternativa de salvación si no es la progresiva liberación de la confianza ciega  en el poder salvador del dinero. Que es necesaria la Sabiduría de Dios - esa de la que nos habla la primera lectura - para distinguir, entre tanta bisutería,  el auténtico tesoro.
     El afán de tener más, para ser más y consumir más ha exigido -y exige- un alto precio en moneda humana. Muchos ascensos se consiguen con desplazamientos injustos e, incluso, pisando peldaños humanos. Muchas ganancias están amasadas con derechos hipotecados.
     Jesús hoy irrumpe en nuestras vidas para decirnos que el camino de la salvación va en otra dirección; que los planteamientos a que tenemos sometida la existencia son planteamientos de muerte, sin salida, sin futuro...Y no podemos acallar ni atenuar la radicalidad de sus palabras: "¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!"  
    Pero tampoco las utilicemos como argumento de condenación: son palabras orientadas a crear esperanza, aunque no falsas ni cómodas esperanzas; son palabra de salvación, porque "Dios lo puede todo". Hasta cambiar el corazón de los ricos...
    Es fácil contemplar la mota en el ojo del otro; considerarse, por esta vez, libre de pecado. ¿Quien se considera hoy rico? Muy pocos. Pero ser rico no es solo poseer cosas sino poseerse, o ser poseído por las cosas; y la salvación la encontramos en la medida en que compartimos no solo lo que tenemos sino lo que somos; en la medida en que el dar nos proporcione más alegría que el recibir; en la medida en que nos situemos ante el Señor con la pregunta del personaje del evangelio: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
    "Una cosa te falta..." respondió Jesús. Invitándole a ir más allá de la observancia de los mandamientos, le invita, le urge, a adentrarse en el ámbito de la comunión interhumana, a liberarse de las redes que paralizaban sus movimientos..., para seguirle.
    Esa advertencia advertencia de Jesús -“Una cosa te falta”- debería conducirnos a la pregunta por el  ¿qué nos sobra?; porque muchas veces es la saturación la que nos impide percibir las carencias más importantes de la vida.
    ¿Qué nos sobra? ¿Miedo? ¿Insensibilidad? ¿Superficialidad? ¿Egoísmo? ¿Soberbia? ¿Rutina?... Es necesario revisar el ropero vital y ver qué cuelga de nuestras perchas. Ya san Pablo invitaba a los Colosenses y a los Efesios a hacer esa revisión, para deshacerse de lo que sobra y quedarse con o esencial con “lo bueno” (1 Tes 5,1). Caminamos saturados de cosas accesorias, olvidando la “carga ligera” (Mt 11,30) de Jesús.
     Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura” (Mt 6, 33); “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si se pierde o se arruina a sí mismo?” (Lc 9,25); “No estéis agobiados…” (Mt 6,25). “Solo una  cosa es necesaria” (Lc 10,42). “Quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta” (Sta. Teresa).
     También nosotros podemos, quizá, reconocernos en ese personaje, con una vida honesta, pero no radical. Como a él, puede que solo nos falte,  o nos sobre, una cosa para amar a Dios sobre todas las cosas; pero es esa precisamente, la que nos distancia y entristece.
     Ante la radicalidad de las exigencias de Jesús, los discípulos, nos dice el evangelio, se  extrañaron mucho. Nosotros seguimos tan tranquilos, quizá porque no las tomamos en serio. Pero Dios habla siempre en serio. No podemos banalizar su palabra.  Jesús es portador de preguntas y propuestas esenciales y liberadoras.

REFLEXIÓN PERSONAL
 .- ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra?
.- ¿Cuáles son mis preguntas en la vida?
.- ¿Discierno desde la palabra de Dios, o prevalecen otros criterios?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

miércoles, 3 de octubre de 2018

DOMINGO XXVII -B-


1ª Lectura: Génesis 2,18-24

    El Señor se dijo: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude. Entonces el Señor modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y las bestias del campo; pero no se encontraba ninguno como él, que le ayudase.
    Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. Y el hombre dijo: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
     Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

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    El texto forma parte del llamado relato “yahvista” de la creación, concentrado en el hombre y su destino.  Con un lenguaje poético (no es un relato historicista ni científico) el autor presenta la realidad humana como una realidad dual, llamada al encuentro y la comunión; sin discriminaciones ni supeditaciones. El hombre solo halla realización en el diálogo interpersonal. La “ayuda” de la mujer al varón no es una ayuda suplementaria sino complementaria; le ayuda a ser: sin ella el varón no es. Desde el principio el proyecto de Dios respecto del hombre es un proyecto de intercomunión y fidelidad mutua entre varón y mujer.

2ª Lectura: Hebreos 2,9-11

    Hermanos:
    Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con el sufrimiento al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

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     La muerte de Cristo, inscrita en el misterio de los designios de Dios, ha sido una muerte salvadora. No solamente ha “realizado” a Cristo, sino que nos ha “realizado” a nosotros. En él, nuestro hermano, hemos sido integrados en la gran familia de Dios. El cristiano no ha de perder la esperanza al constatar su pequeñez y pobreza, porque el Hijo de Dios nos ha elevado a la categoría de hermanos suyos, y no se averguenza de nosotros.


Evangelio: Marcos 10,2-16

    En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?
    Él les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés?
    Contestaron: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.
    Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación los creó hombre y mujer: por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
    En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
    Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se li impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

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      Dos escenas: una sobre el matrimonio/divorcio, otra sobre las actitudes ante el Evangelio. Jesús no se deja atrapar por el casuísmo. En un tema fundamental y debatido  remite al proyecto original de Dios. Desde ahí ha de contemplarse el problema. El v. 12 supone el derecho romano, que reconocía a la mujer la posibilidad de repudiar al marido. El interés del evangelista no es reproducir materialmente las palabras de Jesús, sino transmitir fielmente su mensaje.
     Frente al acercamiento tentador de los fariseos, el acercamiento abierto e inocente de los niños. Los discípulos consideran impropio de un Maestro entretenerse con esas “pequeñeces”. Jesús se enfada, y advierte: sólo quien se abre al mensaje del Reino con la sencillez de un niño podrá recibirlo. Solo desde esa “apertura y limpieza” pueden leerse y vivirse los mandamientos de Dios. No se trata de canonizar el infantilismo sino de descalificar el fariseismo.

REFLEXIÓN PASTORAL

    No deberíamos olvidar los creyentes nuestras responsabilidades específicas, entre las que destaca la obligación de dotar a nuestra conciencia de contenidos sólidamente asentados en la palabra de Dios. Obligación que se hace más urgente en nuestros días, caracterizados por una  preocupante fluctuación y ambigüedad de los valores, donde aumentan las hipótesis y las sospechas, y disminuyen las convicciones en los planteamientos más fundamentales de la existencia. Tampoco deberíamos olvidar el hecho de vivir en una sociedad plural; no para silenciar nuestras convicciones sino para entrar en un diálogo respetuoso y profundo con las de los demás.
    Las lecturas de este domingo inciden sobre un punto candente de nuestro presente social: la estabilidad del matrimonio.
     La palabra crisis domina el horizonte. Pero crisis no es sinónimo de catástrofe, sino ocasión para clarificar criterios y definir posturas.
     Quisiera limitarme a una proclamación de los contenidos fundamentales del mensaje bíblico, una proclamación esperanzada, pues del matrimonio no se puede hablar -en cuanto realidad de amor -si no es desde la esperanza.
     La primera lectura nos habla del proyecto humano de Dios. Concibió y creó al hombre como un ser para la comunión -"no es bueno que el hombre esté solo"-, y ésta solo es posible en la interrelación y donación. Gráficamente se nos dice cómo el paraíso no fue tal hasta que no apareció en el él la mujer. Las cosas no podían colmar las más profundas dimensiones del hombre, las que no se sacian con la posesión de cosas sino solo en la intercomunión personal.
     ¡Cómo necesitamos  recuperar hoy esa perspectiva para evitar la progresiva deshumanización introducida por un consumismo irracional y pasional que acaba por consumirnos a nosotros mismos, aumentando  el sentimiento del vacío y la soledad!
     Intercomunión que en el matrimonio cristiano alcanza cotas de significación no solo humana sino sacramental religiosa. No se unen dos personas; sino que Dios une a dos personas. ¡Y lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre! Ante la casuística farisea, Jesús remite al proyecto original de Dios, porque "al principio no era así". Jesús devuelve las cosas a su origen. En el proyecto de Dios los hombres hemos introducido glosas que lo desfiguran-“Invalidáis el mandato de Dios en nombre de vuestras tradiciones” (Mt 15,6)-; lo hemos “acomodado” y hasta tergiversado. Jesús devuelve las cosas, y nos devuelve, al HOY original de Dios, que es él (cf. Heb 1,2) y nos invita a vivirlo hoy.
      Es verdad que este plan de Dios se asienta en la debilidad humana, que debemos comprender, pero no podemos teorizarla.
       El pensamiento de Jesús aparece claro: el matrimonio es indisoluble por su propia naturaleza y por el simbolismo sacramental que expresa: el amor entre Cristo y la Iglesia. Hacer que lo sea es tarea, quehacer de los esposos, pero no solo de ellos.  Todo el secreto reside en saber permanecer en esa plataforma difícil pero infalible que es el amor.
      Demos gracias a Dios por todos los matrimonios que viven ilusionadamente su vocación; oremos por los que sufren tensiones y dudas, como también por lo que no han podido o sabido, por las causas que sean, mantener su unión. Oremos también por los que se preparan para el matrimonio.
      Proclamar con nitidez la doctrina de Jesús no debe hacernos olvidar que Él vino a buscar, a sanar, a alentar y no a condenar.
       Que el Señor no enseñe a todos a vivir en comunión y a no quebrar ninguna esperanza, pero también a no esconder y silenciar la nuestra.

REFLEXIÓN PERSONAL:
 .- ¿Soy persona de soledad o de comunión?
 .- ¿Sé reconocer en el otro una parte de mí mismo?
 .- En mis relaciones, ¿me doy o solo me busco?

 DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.