1ª Lectura: Sabiduría
11,22-12,2
Señor, el mundo
entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío
mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo
puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado
alguna cosa, no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían
las cosas si tú no las hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si
tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor,
amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso
corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado,
para que se conviertan y crean en ti.
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El texto pertenece a
la segunda sección del libro de la Sabiduría, que evoca la sabiduría de Dios en
la historia de Israel (cap. 10-19). En él se enaltece la amorosa misericordia
de Dios con todas sus criaturas. Dios tiene providencia universal de
todos. Incluso respecto del pecador la
corrección es pedagógica, para propiciar la conversión. Nada existe ni subsiste
si no es por su amor. Dios es “amigo de la vida”. El origen de todo lo que
existe es bueno: el amor de Dios. Aquí reside el fundamento del optimismo
verdadero.
2ª Lectura: 2 Tesalonicenses
1,11-2,2
Hermanos:
Siempre rezamos por
vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación; para
que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; y para
que Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y vosotros seáis la gloria de él,
según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo. Os rogamos a propósito de la
última venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, que no
perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos
o cartas nuestras: como si afirmásemos que el día del Señor está encima.
*** *** *** ***
Dos aspectos se
destacan en este breve fragmento de la 2 Tesalonicenses: la oración del
Apóstol para que la comunidad cumpla la tarea de la fe, y así sea digna de la
vocación de Dios, y la exhortación a vivir sin angustia la espera del día del
Señor, respecto de la cual se habían extendido alarmas injustificadas, por
“supuestas revelaciones, dichos o cartas”. Interesante es el subrayado de la
tarea de la fe: la identificación con Cristo.
Evangelio: Lucas 19,1-10
Jesús, al llegar a
aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo
que alojarme en tu casa.
Él bajó en seguida,
y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso
en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los
pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré dos veces más.
Jesús le contestó:
Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque
el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
*** *** *** ***
"El buscador buscado",
podría ser el título de esta escena. A una mirada inicialmente curiosa, la de
Zaqueo, le sigue una mirada profunda, la de Jesús. Zaqueo la aceptó, y aquella
mirada le transformó. Otros contemplaron la escena con ojos diferentes, los
que, al verlo, murmuraban. Jesús siempre mira así, su mirada es una oferta
permanente de renovación, pero, como Zaqueo, hay que aceptar su mirada. La escena es una confirmación de la búsqueda permanente del Señor.
REFLEXIÓN PASTORAL
“Jamás el género humano tuvo a
su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y,
sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria… Nunca ha
tenido el hombre un sentido tan grande de la libertad, y, entre tanto, surgen
nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Mientras el mundo siente con
tanta viveza su propia unidad y su mutua interdependencia…, se ve, sin embargo,
dividido gravísimamente por la presencia
de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones
políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el
peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo… Afectados por tan
compleja situación a muchos de nuestros contemporáneos les atormenta la
inquietud, y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la actual
evolución del mundo” (GS. 4).
En este contexto,
que amenaza con neurotizarnos, es posible que algunos, como nos recuerda hoy
san Pablo pierdan la cabeza y se alarmen con supuestas revelaciones de un inminente
final, y que otros se hundan en el escepticismo o el derrotismo.
La palabra de Dios
hoy es como un balón de oxígeno, como una inyección de optimismo para tiempos
de contradicción y desconcierto. ¡Nada hay irremisiblemente perdido, porque
todo tiene una raíz buena y sana: el amor de Dios! “Amas a todos los seres y no
odias nada de lo que has hecho. Si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías
creado. ¿Y cómo subsistirían si tú no las hubieses querido? Perdonas a todos
porque son tuyos, Señor, amigo de la vida” (1ª lectura). ¡No somos fruto del
acaso, sino del Amor!.
Dios es el gran
“amigo de la vida”, es la Vida, que no se complace en la muerte del pecador…,
cuya misericordia se extiende de generación en generación…, que espera y busca
el retorno de los extraviados… Hay que esperar, incluso y sobre todo, de
aquellos que nos parecen malos -“¿quién eres tú para juzgar al prójimo?”- (Sant
4,12); hay que esperarlos y no exasperarlos. Como hizo Jesús, que no vino a
condenar sino a salvar, precisamente a los que estaban perdidos.
Zaqueo pertenecía
oficialmente a la mala gente de entonces. “Baja, porque hoy quiero hospedarme
en tu casa”, así se adelantó Jesús a Zaqueo. Este nunca hubiera pensado llegar
a tanto, se contentaba con verle, sin ser visto, ni por Jesús ni por la gente.
Pero Jesús no se contentaba con eso; no había venido a servir de espectáculo;
buscaba la persona de aquel hombre y no solo satisfacer su curiosidad. Y al
contacto con el amor de Jesús, Zaqueo se redescubre a sí mismo y se convierte.
Porque solo el amor redime. La denuncia del mal, si no está encarnada en una
voz que ama, puede no ser más que nuevo combustible para la gran pira de la
violencia.
Tender la mano en un
gesto amistoso, fraterno y salvador; purificar la mirada para contemplar el
mundo con esperanza y amor; trabajar en la medida de nuestras posibilidades
para que el mundo se reencuentre en su proyecto original de amor…, pueden ser
llamadas de atención que el Señor nos dirige en este momento a través de su
palabra.
Dios nunca pasa de
largo; pulsa respetuosamente a la puerta, y “si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
¡Abrámosle, acojámosle y, seguramente, que su presencia provocará en nosotros
una transformación como la de Zaqueo.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- Mi lectura de la vida, ¿es una
lectura esperanzada?
.- ¿Con qué pasión me entrego a “la
tarea de la fe?
.-
¿Acepto en mi vida la mirada de Jesús?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap
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