1ª Lectura: Isaías 66, 10-14c
“Festejad
a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto. Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus
consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el
Señor: Yo haré derivar hacia ella como un río la paz, como un torrente en
crecida las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y
sobre sus rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así
os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará
vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor
se manifestará a sus siervos”.
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Nos
hallamos en lo que se designa el III Isaías (caps. 56-66), al final. El profeta
entona un canto de esperanza gozosa por la intervención de Dios en favor de su
pueblo. Contempla el retorno de los desterrados y la llegada abundante y
definitiva de la paz.
2ª Lectura: Gálatas 6,14-18
“Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura
nueva. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a
esta norma, también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me venga
con molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de
nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.”
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Frente a los judaizantes, que reivindicaban la circuncisión como signo
de gloria, Pablo reivindica la cruz de Cristo. La cruz no como signo externo
sino como espacio existencial de fe, en el que se ha manifestado el amor
salvador de Dios ¿Quién es el Israel de Dios? Los convertidos del judaísmo.
¿Cuáles son “las marcas de Jesús”? Pablo no está aludiendo a los estigmas
físicos -las llagas- sino a los signos profundos: la mentalidad de Cristo (I Co
2,16), los sentimientos de Cristo (Flp 2,5). Pablo se siente “marcado” por
Cristo existencialmente, seducido por él.
"En
aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de
dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
“La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en
medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis
a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero:
“Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ella vuestra paz;
si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que
tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si
entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, curad a los
enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Cuando
entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo
de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre
vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios”. Os digo que
aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.
Los
setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu nombre” Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo
como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones
y todo el ejército del enemigo. Y no os dará daño alguno. Sin embargo no estéis
alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros
nombre están inscritos en el cielo”.
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La “misión de los setenta y dos” ( o setenta), como precursores a los
lugares que él había de visitar, es propia de Lucas, y ha sido construida con elementos de un discurso de Mc
6,8-11, dirigido a los Doce. Algunas de las indicaciones dejan suponer una
praxis misionera existente en las comunidades, que ha sido incorporada al
discurso (normas sobre el alojamiento). Que Jesús quiso incorporar, ya en vida,
a los discípulos a la misión está fuera de duda: fue uno de los motivos de la
constitución del grupo de los Doce: para estar con é y para enviarlos a
predicar (Mc 3,14-15).
Más allá de esas precisiones, conviene destacar los siguientes aspectos:
la misión debe ser orada, rogada a Dios. El misionero es un “don” de Dios.
La misión supone un riesgo personal, porque los espacios a los que va
son espacios hostiles.
Ha de ser a cuerpo limpio, sin más bagaje que el mensaje: el Reino de
Dios está cerca.
Sacudir el polvo del calzado significaba declarar impura la tierra que
se ha pisado. La mención de Sodoma evoca el texto de Gn 19.
El reportaje lucano concluye con el retorno de los discípulos,
entusiasmados por el éxito de la misión. Pero Jesús les descubre que el
verdadero motivo de su entusiasmo no debe estar en ese éxito, sino en que sus
nombres, sus vidas, están inscritas en el cielo, están en el corazón de Dios. Sirve
para hoy este texto, cuando se habla de la nueva evangelización. Evangelización
en pobreza, nítida en su contenido,
REFLEXIÓN PASTORAL
El relato evangélico de este Domingo
nos habla de “una” misión encomendada por Jesús a un grupo de 72 discípulos -no a los Doce- para “prepararle
el camino”. En ese relato hay una serie de elementos a los que prestar
atención, porque a la hora de misionar es importante no olvidar los tonos,
contenidos y estilos de la “primera” misión, la que diseñó el Maestro.
Llama la atención la primera
constatación de Jesús: “La mies es
abundante y los obreros pocos”, junto a la recomendación: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros
a su mies”.
Es también sorprendente la descripción
que hace del paisaje, del horizonte previsible de la misión: “Os mando como corderos en medio de lobos”.
Y, sobre todo, las consignas: ir
desprovistos de todo signo de poder -sin talega…-; con un saludo -la paz-; un
mensaje -el Reino de Dios está cerca- y
un quehacer -“curad enfermos”-.
Un mensaje que Francisco de Asís
resumió en un saludo: Paz y Bien. Anunciar la Paz -“Cristo
es nuestra Paz”- y hacer el Bien (función sanante y curativa), porque el
Bien es el nombre que describe a Dios: su ser y quehacer: Tú eres el Bien, sumo
Bien, solo Bien, único Bien”.
También nuestro momento puede
describirse con términos similares, porque también hoy “la mies es mucha y los
obreros son pocos”; también hoy se respira y alimenta un cierto clima de
hostilidad, acoso e indiferencia ante lo religioso y lo cristiano; también hoy
es necesario “orar al dueño de la mies
que envíe obreros a su mies”; también hoy es necesario hacer la misión
desde la esencialidad evangélica, con un discernimiento profundo respecto de
los tonos, medios y contenidos.
Pero, por encima de todo, el acento
recae, hoy como ayer, en los obreros; y más en la calidad que en el número.
La segunda lectura, tomada de la carta
a los Gálatas, nos ofrece el perfil del obrero cristiano, Pablo de Tarso. Un
hombre seducido por Cristo -“para mí la
vida es Cristo…; que nadie me moleste, yo llevo en mí las marcas de Jesús”-.
Personas seducidas, encandiladas, apasionadas por Jesús y su causa, para
quienes “todo es basura comparado con el conocimiento de Cristo Jesús”
(Flp 3,8).
No hay cristiano sin misión. También
el cristiano está marcado por Cristo: el bautismo es el “sello” de garantía que
configura la vida y que se enriquece con los demás sacramentos, entre ellos,
particularmente, la Eucaristía.
Una misión para la que no hay que
irse muy lejos, sino quizá entrar dentro de uno mismo, para cristianizar,
evangelizar la propia vida, y luego abrirse a los horizontes más inmediatos, la
familia, el trabajo, las relaciones…
PAZ Y BIEN, una síntesis densa y
fiel del estilo y el contenido de la misión evangelizadora.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Siento la urgencia y la responsabilidad
de la misión?
.- ¿Siento a Cristo como referente primordial
en mi vida?
.- ¿Soy constructor de Paz y Bien?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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