1ª
Lectura: Hechos 1,1-11.
En mi primer libro querido Teófilo, escribí
de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio
instrucciones a los apóstoles, que había escogido movido por el Espíritu Santo,
y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas
pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días les habló
del reino de Dios.
Una vez que comían juntos les recomendó: No
os alejéis de Jerusalén; aguardad a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la
que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros
seréis bautizados con Espíritu Santo.
Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, ¿es
ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?
Jesús contestó: No os toca a vosotros
conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad.
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del
mundo.
Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que
una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo
irse, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha
dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.
*** *** ***
El libro de los Hechos forma la segunda
parte del proyecto teológico-literario de san Lucas dirigido a Teófilo (el
amigo de Dios). En la primera, el Evangelio, narró lo que Jesús fue haciendo y
enseñando hasta que ascendió al cielo. Ahora se dispone a narrar la andadura de
la Iglesia, guiada por el Espíritu de Jesús.
Tres bloques pueden señalarse en el texto
escogido: un prólogo (vv 1-2), un relato de despedida de Jesús (vv 3-8) y la
ascensión propiamente dicha (vv 9-11).
En el prologo resume la vida terrena de
Jesús hasta la resurrección, mostrando la continuidad personal y temática del
Jesús prepascual y pospascual.
En el relato de despedida aparecen
elementos típicos del período que sigue a la resurrección: comida con los
discípulos, promesas de Jesús, incomprensiones, y misión.
Finalmente, la Ascensión con explicación:
No se trata de una ausencia para siempre; Jesús volverá, y nos deja su
Espíritu.
Los textos no han de leerse
literalísticamente, sino enmarcados en la simbología del lenguaje y pensamiento
bíblicos. La Ascensión significa la exaltación total y definitiva de Jesús al
Cielo, que es la casa del Padre, y que Jesús ha convertido en nuestra casa. La
Ascensión no debe dar origen a especulaciones y actitudes pasivas, sino que
debe marcar el inicio de la misión de la Iglesia.
2ª Lectura: Efesios 1,17-23.
Hermanos:
Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo,
el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo.
Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a
la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y
cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos,
según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo
de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo
principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre
conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus
pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo,
plenitud del que lo acaba todo en todos.
*** *** ***
San Pablo pide espíritu de sabiduría para
acceder al conocimiento del plan de Dios, que ha hallado su plasmación y culmen
en Jesucristo. Un plan en el que hemos sido incluidos por Dios y que debemos
incluir en nuestra vida. De una manera especial en la carta se afirma también
el triunfo de Cristo y su exaltación junto al Padre, al tiempo que se
afirma la conexión de Cristo con la
Iglesia. La Ascensión no convierte a Jesús en ausente, sino que inagura una
nueva presencia.
En
aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos les dijo: Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los
pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
*** *** ***
Nos hallamos ante el final del Evangelio de
san Mateo. Jesús reúne a los Once en Galilea (lugar del inicio de su misión) y
en un monte (lugar preferido por Jesús para dictar sus enseñanzas más
importantes). Todavía es vacilante la fe de los discípulos. Jesús les descubre
su “entidad e identidad” (depositario universal del poder del Padre), y los
envía definitivamente a la misión. No estarán solos, Él les acompañará siempre.
La misión de la Iglesia es hacer discípulos de Jesús, siguiendo sus enseñanzas,
e introduciéndolos por el bautismo en el misterio de la familia de Dios.
REFLEXIÓN
PASTORAL
El triunfo de Cristo gira en torno a tres
celebraciones: la
Resurrección , la
Ascensión y Pentecostés.
Hoy celebramos la Ascensión.
La 1ª lectura narra la Ascensión de una manera plástica y
visual; la 2ª lectura y el Evangelio nos hablan de sus implicaciones: lo que
supuso para Jesús, y lo que supone para nosotros.
La obra de Jesús: su vida para los demás,
su amor preferencial por los menos favorecidos, su vocación por la verdad...,
su ser y su hacer, han sido rubricados por el Padre. Y, cumplida su misión,
retorna al Padre, su punto de partida (Jn 16,28). Pero no es un adiós
definitivo, sino un hasta luego, porque “voy
a prepararos un lugar, para que donde esté Yo estéis también vosotros” (Jn
14,2.3).
Pero ya no será Él quien multiplique los
panes, sino nuestra solidaridad fundamentada en Él. Ya no recorrerá los caminos
del mundo para anunciar la buena noticia, sino que hemos de ser nosotros, sus
discípulos, los que hemos de ir por el mundo anunciando y, sobre todo, viviendo
su Evangelio...
Desde la Ascensión del Señor, sobre la Iglesia ha caído la
responsabilidad de encarnar la presencia y el mensaje de Cristo. Se le ha
asignado una tarea inmensa: ¡que no se note la ausencia del Señor! Jesús nos ha
encargado ser su rostro: que cuantos nos
vean, le vean. ¿Tenemos esta transparencia? ¡La fe nos hace creyentes; el amor,
la vida nos hacen creíbles!
La fiesta de hoy nos invita a levantar
nuestros ojos, a mirar al cielo para recuperar para nuestra vida la dosis de
trascendencia y esperanza necesaria para no sucumbir a la tentación de un
horizontalismo materialista; para dotar a la existencia de motivos válidos y
permanentes más allá de la provisoriedad y el oportunismo utilitarista.
Vivir mirando al cielo es no perder nunca
de vista la huella del Señor; no es una evasión sino una toma de conciencia
crítica. Elevar nuestros ojos a lo alto es reivindicar altura y profundidad
para nuestra mirada, para inyectar en la vida la luz y la esperanza que nos
vienen de Dios; para “comprender cuál es
la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en heredad a
los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros” (Ef
1,18-19).
REFLEXIÓN
PERSONAL
.-
¿Cómo asumo la tarea de hacer presente al Señor?
.-
¿Soy consciente de la herencia y la riqueza recibida por la fe en Cristo?
.-
¿Vivo en ascensión o en depresión?
DOMINGO
J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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