“Esto dice el Señor:
Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un
espíritu de gracia y clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán
llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito.
Aquel día será grande el luto de Jerusalén, como el luto de Haddad-Rimón en el
valle de Meguido”.
*** *** *** ***
Nos hallamos en la segunda parte del libro
de Zacarías (9-14). No es fácil la interpretación de este texto. La alusión a
la efusión de un espíritu de gracia y clemencia sobre la dinastía de David hace
que algunos lo sitúen en un contexto mesiánico. La figura del “traspasado”
puede referirse a algún mártir anónimo de cuya muerte es responsable el pueblo.
Ese mártir glorificado pudiera ser “el siervo paciente”.
El pueblo de Jerusalén contemplando la
víctima de su furia insensata recapacita e inicia un proceso de arrepentimiento
y conversión. La alusión al luto de Haddad-Rimón puede entenderse como
evocación del rito celebrativo de la muerte de Hadaddad-Rimón (probablemente
una divinidad que muere y por la que se eleva un lamento ritual (cfr. Ez 8,14
la alusión al llanto por el dios Tamuz). Aquí el texto es traído como avance
profético de la muerte de Jesús (cf. Jn 19,37).
2ª Lectura: Gálatas 3,26-29
“Hermanos:
Todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el
Bautismo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y
gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo
Jesús. Y si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán, y herederos de la
promesa”.
*** *** *** ***
La fe en Cristo nos
introduce en la familia de Dios, como hijos. El bautismo nos reviste de Cristo,
nos hace de él. No es un revestimiento ni una pertenencia superficiales, sino
profundos. Nos incorpora al pueblo de la promesa y nos hace miembros de una
fraternidad universal, presidida por Cristo, donde ni la etnia, ni la condición
social ni sexual tienen poder discriminatorio.
Este era el sueño de Pablo, no la realidad que le tocó vivir. Pero por
ello luchó. ¿Ya es esto realidad en la iglesia de hoy?
Evangelio: Lucas 9,18-24
“Una vez que Jesús estaba orando solo, en
presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron: Unos que Juan
Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los
antiguos profetas.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías
de Dios.
Él les prohibió terminantemente decírselo
a nadie, y añadió: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado
por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, y ser ejecutado y resucitar al
tercer día.
Y, dirigiéndose a todos, dijo: El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga
conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su
vida por mi causa, la salvará”.
*** *** *** ***
El texto contiene dos momentos
importantes: la profesión de fe de Pedro (vv 18b-21) y el primer anuncio de la
Pasión (v 22). Ambos momentos encuentran paralelos en Mt y Mc. Pero el texto
lucano aporta matices propios. Mientras Mt y Mc destacan la geografía física de
la profesión de fe (Cesarea de Filipo), Lc subraya la geografía espiritual (la
oración). Lc (como Mc) no conserva la promesas a Pedro de las llaves del Reino.
También en las respuestas de los discípulos hay pequeñas variantes, como en la
respuesta de Pedro. Esto nos habla de un “núcleo” histórico, modelado por cada
uno de los evangelistas o sus tradiciones. El relato se concluye con la
prohibición de Jesús de dar publicidad a esa “profesión”. Llegará el tiempo de
hacerla explícita.
El segundo momento es el anuncio de su
pasión. Lucas omite la intervención de Pedro y la reprimenda de Jesús (Mc
8,32s). Ya desde el principio Jesús comenzó a alertar a los discípulos sobre el
sentido final de su vida. Si es cierto que estos anuncios se configuraron
plenamente después de la Pascua, no cabe duda de que Jesús fue dando
pistas e indicaciones de por donde
podrían ir las cosas, por las reacciones que observaba en los dirigentes
religiosos y políticos ante su mensaje. Es este aspecto de la vida de Jesús el
que pretende evocar proféticamente el texto de Zacarías de la 1ª lectura.
REFLEXIÓN PASTORAL
Hay
preguntas que nunca son respondidas definitivamente, sino que son un estímulo
constante de la existencia. Entre esas preguntas se encuentra esta formulada
por Jesús: “¿Y vosotros, quién decís que
soy yo?”. Porque lo peculiar del cristiano y del cristianismo no es su
ética, su filosofía e, iba a decir, ni siquiera su teología; lo peculiar del
cristiano y del cristianismo es su vinculación “a un tal Jesús”, que muerto, ha resucitado y vive
entre nosotros (cf. Hch 25,19). Pero tal vinculación
sólo podrá ser auténtica cuando hayamos clarificado quien es ese Jesús.
Cuando
proliferan tantos retratos y tan dispares, esta pregunta es de palpitante actualidad.
¿Cuál es el verdadero rostro de Cristo? El nombre de Cristo ha servido a muchos
y para muchas cosas... Tan peligroso es el olvido como el ruido; no sólo el
polvo, también el oro pueden desfigurar u ocultar un rostro.
“Jesucristo es el mismo hoy, ayer y siempre” (Hb 13,8). Pero esta
afirmación no pone el punto y aparte, y menos aún el punto y final a la
pregunta. Cristo está por ver y por decir. Cada época y cada pensamiento se ha
visto confrontado con esta “bandera discutida”
(Lc 2,35). También la nuestra, en la que recientemente el interés por Jesús
cristalizó en dos manifestaciones: la del Cristo Superstar y la del Cristo
guerrillero. ¿Dos caricaturas? ¿Dos verdades a medias? En todo caso dos
imágenes que hablan de la significatividad de Jesús: el rostro joven, alegre y
rejuvenecedor, y el del que encarna la pasión por la justicia y la causa de los
oprimidos.
Pero en nuestra
época -¿entre nosotros?- hay una tercera caricatura: la del Cristo aburrido de
los aburridos; la de aquellos que a fuerza de decir que creen en él, se han
habituado a él hasta olvidarlo prácticamente.
¿Quién decís que soy? Es una pregunta con
doble dirección. ¿Quién decís vosotros que soy yo para vosotros? ¿Qué significo
yo en tu vida? Y ¿quién decís que soy yo a los otros?
La primera nos llevará al campo de la
oración (es significativo que Jesús les formula la pregunta mientras ora), porque “nadie viene a mí si el
Padre no lo atrae” (Jn 6,44). El auténtico conocimiento de Jesús como
Camino, Verdad y Vida no es una conquista humana, sino una gracia del Padre
Dios. “Bienaventurado tú, Simón Pedro,
porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre” (Mt
16,7), contesta Jesús a la profesión de fe de S. Pedro.
La segunda nos conducirá al campo del
testimonio: porque ese Jesús conocido ha de ser testimoniado. No puede ser
guardado como un tesoro oculto, sino mostrado como una luz que brilla para
iluminar a todos los de casa.
“¿Quién decís que soy yo?” Es una buena pregunta, que espera
respuesta de nuestra parte.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Soy un testigo creíble de
Jesús?
.- ¿Me siento realmente hijo,
miembro de la familia de Dios?
.- ¿Discrimino en mi vida por
razón de cultura, religión o sexo?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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