1ª Lectura:
Sabiduría 7,7-11
Supliqué y se me concedió la prudencia,
invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y tronos,
y en su comparación tuve en nada la riqueza. No la equiparé la piedra más
preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena, y junto a ella la
plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza, me propuse
tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Todos los bienes juntos
me vinieron con ella, había en sus manos riquezas incontables.
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El sabio opta por la sabiduría, que es la
revelación de Dios.
2ª Lectura:
Hebreos 4,12-13
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más
tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen
alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del
corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel
a quien hemos de rendir cuentas.
*** *** *** ***
Excelente presentación de la Palabra de Dios. Realidad viva y dinámica, alcanza las zonas más profundas del hombre. No adormece las conciencias, sino que las abre a las urgencias de la verdad y del amor. Esa Palabra es la encarnación más fiel de la Sabiduría de Dios.
Evangelio: Marcos
10,17-30
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al
camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas
bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás,
honra a tu padre y a tu madre.
Él replicó: Maestro, todo eso lo he
cumplido desde pequeño.
Jesús se le quedó mirando con cariño y le
dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres
-así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme.
A estas palabras, frunció el ceño y se
marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
Los discípulos se extrañaron de sus
palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en Reino de Dios a
los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por
el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Ellos se espantaron y comentaban: Entonces,
¿quién puede salvarse?
Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es
imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
Pedro se puso a decirle: Ya ves que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús dijo: Os aseguro que quien deja casa,
hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el
Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casa y hermanos y
hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones-, y en la edad futura
vida eterna.
*** *** *** ***
A un hombre
con una pregunta existencial por lo fundamental, Jesús, mirándole con cariño,
le invita a “ir más allá”: le invita a su seguimiento, un seguimiento
enriquecedor, pero también retador. La propuesta alternativa
de Jesús implica tres momentos: desprendimiento, caridad y seguimiento.
La “retirada” de aquel hombre es elocuente. Jesús advierte del peligro de los
que confían en las riquezas, pero tampoco lo absolutiza: Dios lo puede todo
(cf Lc 19, 1-10). En la respuesta a Pedro, Jesús asegura que el seguimiento
exige el desprendimiento y que el
desprendimiento y el seguimiento cristiano son enriquecedores: abren al hombre a
una familia más amplia: la iglesia, y le
incorporan en esperanza a la vida eterna. El inciso “junto con persecuciones” matiza la interpretación materialista o
ingenua de la promesa.
REFLEXIÓN PASTORAL
La Palabra de Dios no es un adorno ni un
entretenimiento. Es la única posibilidad de caminar por el mundo, identificados
con estilo y contenidos propios. Esta Palabra nos comunica verdades (es
reveladora) e interpela nuestra existencia (es responsabilizadora).
La rutina y la artificialidad con que la
proclamamos y escuchamos han acabado por restarle capacidad de impacto en
nuestra existencia. ¡Ya nos sabemos el Evangelio, y no nos sorprende! ¡Ya no es
una buena noticia, ni siquiera noticia, sino historia repetida! Acojamos con
responsabilidad las afirmaciones de la Carta a los Hebreos: "La Palabra de Dios es viva y eficaz... Juzga
los deseos e intenciones del corazón"
(2ª lectura).
¿Y cuáles son los contenidos y exigencias
que esa Palabra nos anuncia este domingo?
Que
es necesario dotar a nuestra vida de contenidos sólidos, si queremos que esta
no se diluya. Que es preciso establecer una valoración jerarquizada de los
motivos del vivir, si no queremos una existencia tergiversada, desorientada.
Que al hombre no le queda otra alternativa de salvación si no es la progresiva
liberación de la confianza ciega en el
poder salvador del dinero. Que es necesaria la Sabiduría de Dios -esa de la
que nos habla la primera lectura- para distinguir, entre tanta bisutería, el auténtico tesoro.
El afán de tener más, para ser más y consumir
más ha exigido -y exige- un alto precio en moneda humana. Muchos ascensos se
consiguen con desplazamientos injustos e, incluso, pisando peldaños humanos.
Muchas ganancias están amasadas con derechos humanos hipotecados.
Jesús hoy irrumpe en nuestras vidas para
decirnos que el camino de la salvación va en otra dirección; que los
planteamientos a que tenemos sometida la existencia son planteamientos de
muerte, sin salida, sin futuro...Y no podemos acallar ni atenuar la radicalidad
de sus palabras: "¡Qué difícil les
será entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!"
Pero tampoco las utilicemos como argumento
de condenación: son palabras orientadas a crear esperanza, aunque no falsas ni
cómodas esperanzas; son palabra de salvación, porque "Dios lo puede todo". Hasta cambiar el corazón de los ricos...
Es fácil contemplar la mota en el ojo del
otro; considerarse, por esta vez, libre de pecado. ¿Quien se considera hoy rico?
Muy pocos. Pero ser rico no es solo poseer cosas sino poseerse, o ser poseído
por las cosas. Y la salvación la encontraremos en la medida en que compartamos no
solo lo que tenemos sino lo que somos; en la medida en que el dar nos
proporcione más alegría que el recibir; en la medida en que nos situemos ante
el Señor con la pregunta del personaje del evangelio: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”
"Una
cosa te falta..." respondió Jesús. Invitándole a ir más allá de la
observancia de los mandamientos, le invita, le urge, a adentrarse en el ámbito
de la comunión interhumana, a liberarse de las redes que paralizaban sus
movimientos..., para seguirle.
Esa advertencia de Jesús -“Una cosa te falta”- debería conducirnos
a la pregunta por el ¿qué nos sobra?;
porque muchas veces es la saturación la que nos impide percibir las carencias
más importantes de la vida.
¿Qué nos sobra? ¿Miedo? ¿Insensibilidad?
¿Superficialidad? ¿Egoísmo? ¿Soberbia? ¿Rutina?... Es necesario revisar el
ropero vital y ver qué cuelga de nuestras perchas, qué almacenamos en nuestros armarios. Ya san Pablo invitaba a los
Colosenses y a los Efesios a hacer esa revisión, para deshacerse de lo que
sobra y quedarse con lo esencial, con “lo
bueno” (1 Tes 5,1). Caminamos saturados de cosas accesorias, olvidando la “carga ligera” (Mt 11,30) de Jesús.
“Buscad sobre todo el reino de Dios y su
justicia; y todo esto se os dará por añadidura” (Mt 6, 33); “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si se
pierde o se arruina a sí mismo?” (Lc 9,25); “No estéis agobiados…” (Mt 6,25). “Solo una cosa es necesaria”
(Lc 10,42). “Quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta” (Sta. Teresa). "¡Dios mío y mi todo!", decía san Francisco de Asís.
También nosotros podemos, quizá,
reconocernos en ese personaje, con una vida honesta, pero no radical. Como a
él, puede que solo nos falte, o nos
sobre, una cosa para amar a Dios sobre todas las cosas; pero es esa
precisamente, la que nos distancia y entristece.
Ante la radicalidad de las exigencias de
Jesús, los discípulos, nos dice el evangelio, se extrañaron mucho. Nosotros seguimos tan
tranquilos, quizá porque no las tomamos en serio. Pero Dios habla siempre en
serio. No podemos banalizar su palabra. Jesús
es portador de preguntas y propuestas esenciales y liberadoras.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué
me falta? ¿Qué me sobra?
.- ¿Cuáles son mis preguntas en la vida?
.- ¿Discierno desde la palabra de Dios, o
prevalecen otros criterios?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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