1ª Lectura: Éxodo 16,2-4. 12-15.
En aquellos días la comunidad de los
israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo: ¡Ojalá
hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor
de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este
desierto para matar de hambre a toda la comunidad.
El Señor dijo a Moisés: Yo haré llover pan
del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración cada día; lo pondré a prueba
a ver si guarda mi ley o no. He oído la murmuración de los israelitas. Diles de
mi parte: “Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para
que sepáis que yo soy el Señor vuestro Dios”.
Por la tarde una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío alrededor de él. Cuando se evaporó la capa de rocío apareció en la superficie del desierto un polvo parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron: “¿Qué es esto?”. Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Es el pan que el Señor os da de comer”
*** *** ***
Ante las dificultades del desierto, el
pueblo protesta contra Moisés y Aarón, añorando las “ollas de Egipto”. El
desierto es un tránsito necesario hacia la libertad. En ese camino Dios decide
intervenir, ofreciendo una señal de su providente compañía: el maná. Ese
alimento es un don, pero también es una denuncia de la dureza de corazón del
pueblo, que prefería la seguridad de la esclavitud a los riesgos de la
libertad.
Hermanos:
Esto es lo que digo y aseguro en el Señor:
que no andéis ya, como es el caso de los gentiles, que andan en la vaciedad de
sus criterios. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo,
si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es
la verdad en Cristo Jesús. Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo
de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos de placer, a renovaros en la
mentalidad y en el espíritu. Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad,
y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y
santidad verdaderas.
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La propuesta cristiana es renovadora. El
cristiano no debe andar vacío de criterio ni con criterios vacíos. Cristo debe
ser el criterio de vida, para ello el cristiano necesita ser permeabilizado por
el Espíritu. Como criatura nueva ha de despojarse del hombre viejo, viviendo en
justica y santidad.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni
Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en
busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó: Os lo aseguro: me
buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta
saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura, dando visa eterna, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo
ha sellado el Padre Dios.
Ellos le preguntaron: ¿Cómo podremos
ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?
Respondió Jesús: Este es el trabajo que
Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado.
Ellos le replicaron: ¿Y qué signo vemos
que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el
desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.” Jesús les replicó: Os aseguro que no fue
Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da
vida al mundo.
Entonces le dijeron: Señor, danos siempre
de ese pan.
Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.
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Jesús deshace malentendidos. En la
búsqueda el hombre ha de estar bien orientado. La obra de Jesús debe ser
comprendida correctamente: comienza dando pan para darse luego él como el pan
verdadero; él es el verdadero maná de Dios. El alimento necesario para hacer la
travesía del desierto de la vida.
"No
andéis ya, como es el caso de los gentiles en la vaciedad de sus criterios...
Renovaos en la mente y en el espíritu".
Si en la pasada fiesta de Santiago
celebrábamos un aspecto importante de nuestra dimensión religiosa: la fidelidad
a la tradición; hoy, la liturgia nos recuerda otro aspecto igualmente
importante: la necesidad de la renovación constante de nuestros criterios y
actitudes, para lo que, según san Pablo, se requiere un discernimiento profundo
del entorno y una entrega total y generosa al proyecto de Dios sobre nosotros:
"No andéis ya, como es el caso de
los gentiles en la vaciedad de sus criterios".
El cristiano no solo debe poseer
criterios propios y personales, este es un deber y un derecho de toda persona,
sino criterios peculiares, en coherencia con su fe. Y aquí es donde puede
surgir el conflicto. La peculiaridad cristiana puede chocar, y de hecho choca,
con la vaciedad de criterios que configuran nuestro entorno... Y, procediendo así, puede que seamos
tachados de intolerantes, inadaptados, insolidarios..., en un intento de reducirnos
a comparsa, cuando por vocación estamos llamados a ser luz, sal y fermento (Mt
5,13.14; 13,33).
"Tened entre vosotros los
sentimientos propios de Cristo Jesús" (Flp 2,5). Cristianizar nuestra
vida, comenzando por cristianizar nuestros criterios de vida, dejando que el
Espíritu de Dios renueve nuestra mentalidad.
El evangelio nos ofrece esa oportunidad
de renovación. Después de la multiplicación de los panes una multitud busca a
Jesús, pero él deshace el equívoco: "...Me buscáis porque habéis comido pan hasta saciaros". Creían haber encontrado la solución, la
respuesta a sus inquietudes, a sus
necesidades y problemas..., olvidando
que Jesús es, más bien, pregunta, inquietud y proyecto; y que el hombre no solo
vive de pan... En realidad no buscaban al Señor, se buscaban a sí mismos.
No es infrecuente entre nosotros una
concepción utilitarista de la fe y de Dios. Buscamos los dones de Dios, más que
al Dios de los dones. Y Dios no está junto al hombre solo cuando las piedras se
convierten en pan; está también, y sobre todo, cuando las piedras continúan
siendo piedras, y el pan hay que sudarlo, sufrirlo y hasta ayunarlo. La fe
cristiana no es la religión del éxito humano, sino la de la resurrección a
través de una muerte real y dolorosa al "hombre viejo corrompido por sus apetencias seductoras" y por
criterios vacíos.
Hoy se nos invita, más aún, se nos exige
una profunda renovación interior, pero esta solo será posible si nutrimos
nuestra vida con el alimento que perdura, el Cuerpo y la Sangre del Señor.
"Trabajad, nos dice Jesús, no
por el alimento que perece, sino por el que perdura...; el que os dará el Hijo
del hombre".
.-
¿Renueva el Espíritu mi mentalidad?
.-
¿Estoy en el trabajo que Dios quiere: la fe?
.- ¿Qué busco en la vida y con qué la alimento?
DOMINGO
J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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