1ª
Lectura: Eclesiástico 3,2-6. 12-14.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y
afirma la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre expía
sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre
se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado; el que respete a su
padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo
abandones, mientras viva; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo
abochornes, mientras seas fuerte. La piedad para con tu padre no se olvidará,
será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se te
recordará y se desharán tus pecados como la escarcha bajo el sol.
*** *** ***
El texto de Eclesiástico no solo es normativo sino también crítico. Las advertencias que dirige a los hijos suponen la existencia de
situaciones en las que los padres no disfrutaban del reconocimiento debido por
los hijos. El autor subraya la capacidad “redentora” del amor y el respeto a
los padres, máxime en su ancianidad y debilidad física y mental. Sin embargo,
las “obligaciones” no son solo de los hijos para con los padres. También deben
profundizarse las relaciones de los padres para con los hijos, liberándolas de
toda tentación paternalista o de inhibición en el ejercicios de sus deberes.
Sin olvidar las relaciones de conyugalidad, expuestas a la tentación de una
vivencia superficial y tergiversada.
2ª Lectura: Colosenses 3,12-21.
Hermanos: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea
vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la
dulzura, la comprensión. Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor
os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor,
que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro
en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed
agradecidos: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza;
enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios,
dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo
que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la
Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos,
como conviene al Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos
con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al
Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
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El texto seleccionado pertenece a la tercera parte de
la carta a los Colosenses -las exhortaciones a la comunidad-. Dos niveles se
advierten en él: el de la familia de
Dios, la Iglesia (Gál 6,10), y el de la
familia doméstica, la de la carne y la sangre.
Respecto de la primera, destaca diversas actitudes,
enfatizando sobre todo el perdón, el amor y la gratitud. Una familia
cohesionada en torno a la palabra de Cristo.
Respecto de la segunda, se mueve en los parámetros de
una convivencia íntima y cordial. Con un subrayado especial: no exasperar a los
hijos.
Evangelio:
Mateo 2,13-15. 19-23.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche;
se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que
dijo Dios por el Profeta: “Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto”.
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció
de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, coge al niño y a su
madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del
niño”.
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a
Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su
padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y
se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los
profetas, que se llamaría nazareno.
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Además del hecho de la huida a Egipto de la Sagrada
Familia, donde aparece ya la existencia de Jesús marcada por la señal de la
cruz, el evangelista quiere ofrecer en este relato otras sugerencias
importantes para los primeros cristianos provenientes del judaísmo y para los
judíos que no aceptaban a Jesús ni lo reconocían como el enviado de Dios.
Algunos detalles recuerdan la vida de Moisés: la matanza de los inocentes (Ex
1,15-16), la huida de Moisés al desierto ante el peligro del faraón (Ex
3,14-15), y su regreso a Egipto, una vez muerto el faraón (Ex 4,19-23). ¡Jesús es el nuevo Moisés! Pero más importante aún es la relación que establece
entre Jesús e Israel. La huida de Jesús y su familia evoca el traslado de Jacob
a Egipto (Gen 46,1-7). Desde allí, Jesús, el verdadero Hijo, inicia el nuevo y
definitivo éxodo (Os 11,1). Su regreso a la tierra de Israel es el primer paso
de un camino semejante al que recorrió Israel en sus orígenes. Jesús es el nuevo Israel y el modelo del
nuevo Éxodo. Y todo esto en familia.
REFLEXIÓN
PASTORAL
En el marco de la Navidad, la Iglesia quiere
ofrecernos una referencia válida -la de la familia de Nazaret- para iluminar y
estimular esa realidad tan fundamental de la existencia. ¿Pero, es una
propuesta realista la de la familia de Nazaret? ¿No se trata de una referencia
inalcanzable, no solo por su lejanía en el tiempo, sino, sobre todo, por la
abismal distancia de calidad personal entre ella y nosotros?
A fuer de llamarla Sagrada, olvidamos que fue una
familia real. Frente a los evangelios apócrifos, que la consideraban como un
espacio idílico y fantástico, nuestros Evangelios, subrayan el riesgo, la
tensión y el quehacer humanizador en el que se vio inmersa.
Así, la familia de Nazaret fue una familia en apuros,
llegando al riesgo de la ruptura (Mt 1,18-19); situación que se superó por la
inspiración del Espíritu Santo a José (Mt 1,20b), pero, también, porque ambos,
María y José, supieron quererse y creerse más allá de la evidencias inmediatas.
Fue una familia amenazada. El poder tembló (Mt 2,3)
cuando tuvo noticia del nacimiento de quien había venido a servir (Mt 20,28). Y
María y José y el niño Jesús conocieron las penurias de la emigración y de la
persecución política (Mt 2,19-23).
La Sagrada Familia fue un espacio de crecimiento, de
maduración personal integral (“Jesús
crecía” Lc 2, 40.52); un lugar donde, desde el respeto a las situaciones
personales (José respeta la situación de María (Mt 1,18-25); Jesús hace ver a
sus padres cuál es su principal tarea y que es inútil disuadirle (Lc 2,49);
María acepta esos planteamientos, meditándolos en su corazón), se vive
intensamente un proyecto de vida común (Lc 2,19.51).
Fue una familia temerosa de Dios. Uno de los rasgos
que se subrayan en el evangelio es que cumplían todo lo dispuesto en la Ley del
Señor.
La familia de Nazaret fue una familia idea por Dios;
de ahí que se haya convertido en el ideal de toda familia cristiana y de toda
la familia cristiana, que es la Iglesia.
Son muchos los interrogantes, los problemas, las
tentaciones que se cierne sobre la familia. Las soluciones no pueden
improvisarse. Cada caso requiere su discernimiento. La familia es una obra de
arte y requiere artistas que la realicen; es un tejido muy sutil, elaborado con
hilos finos y preciosos, y requiere manos expertas e inspiradas.
Que la Sagrada Familia nos inspire para construir
cristianamente la familia de la carne y de la sangre, la familia de la fe, que
es la Iglesia, y la familia de todos, que es el mundo.
REFLEXIÓN
PERSONAL
.-
¿Frecuento la escuela de Nazaret? ¿Aprendo sus lecciones?
.-
¿Siento a la Iglesia como familia?
.-
¿Privilegio la vida de familia?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, Franciscano Capuchino.
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