1ª Lectura:
Isaías 49-14-15
Sión decía: “Me ha abandonado el Señor, mi
dueño me ha olvidado”.
¿Es que puede una madre olvidarse de su
criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré.
*** *** *** ***
Dios no es solo “padre”, también es “madre”,
y más que madre. Esta es la confianza
con la que el profeta quiere estimular y consolar a una población desalentada y
escéptica, que languidecía en el destierro. Estos versículos resumen el mensaje
de Oseas, de Jeremías y del Deuteronomio respecto de este amor
indefectible y “materno” (Is
54,8) de Dios para con su pueblo.
2ª Lectura: 1
Corintios 4,1-5
Hermanos:
Que la gente solo vea en vosotros
servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un
administrador lo que se busca es que sea fiel. Para mí lo de menos es que me
pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas.
La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero por eso tampoco quedo absuelto:
mi juez es el Señor.
Así pues, no juzguéis antes de tiempo,
dejad que venga el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá
al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo
que merece.
*** *** *** ***
La vida del creyente debe resolverse ante Dios.
Y porque solo Dios conoce el interior de cada uno, solo a Dios le compete el
juicio. Nuestra parte no es la de juzgar, sino la de desarrollar con fidelidad
nuestro servicio: ser servidores de Cristo y administradores de los designios
de Dios.
Evangelio:
Mateo 6,24-34
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno
y querrá al otro; o, lo contrario, se dedicará al primero y no hará caso del
segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis
agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con
qué os vais a vestir. ¿No vale la vida más que el alimento, y el cuerpo más que
el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin
embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que
ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al
tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos
cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni
Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la
hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste
así, ¿no hará más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando
qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos
se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad
de todo eso.
Sobre todo buscad el Reino de Dios y su
justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto no os agobiéis por el
mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus
disgustos.
*** *** *** ***
Jesús no invita a la desidia, a una vida
bohemia, sino a priorizar en la vida. El discípulo debe elegir, debe optar por
a quien quiere servir. Al contraponer a Dios y al dinero, Jesús resalta la
categoría idolátrica del dinero, con su capacidad deshumanizadora y opresora;
constructora de paraísos efímeros que confunden al hombre, introduciéndole en
una carrera desenfrenada de consumo, privándole del gozo de los sencillo y
verdadero. Desde una vivencia responsable de la paternal providencia de Dios el
cristiano ha de convertirse en un buscador del Reino de Dios.
REFLEXIÓN
PASTORAL
Jesús nos presenta dos modos de concebir la
existencia: el cristiano y el pagano. Y pone unos ejemplos donde verificar esa
concepción de la vida: la preocupación por las realidades del vestido, la salud
y la alimentación… Lo que hoy llamaríamos “el nivel de vida”.
No está invitando a un planteamiento
irresponsable, a una indiferencia perezosa, al abandono ante las urgencias de
la vida, en las que el mismo Dios colocó al hombre: -“Ganarás el pan- y
todo lo que eso significa -con el sudor de tu frente” (Gn 3,17-). ¡Nada,
pues, de ingenuidades!
De lo que nos advierte Jesús es del
peligro de una existencia desenfocada. Lo que El quiere subrayar es que,
incluso en ese campo, no podemos actuar como los que no tienen fe en la
Providencia maternal (1ª lectura) y
paternal de Dios (Evangelio), obsesionados por lo efímero, por lo caduco…, como
si Dios no existiera.
A un pueblo que, en la experiencia del
destierro corre el riesgo de caer en la tentación de dar proporciones infinitas
a esa situación -“Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”
(Is 49,14)-, el profeta (1ª lectura) le abre a un lectura más profunda,
mostrándole, en términos entrañables, la realidad del amor de Dios. Un mensaje
que halla prolongación en el texto del salmo responsorial (Sal 62): “Dios es
mi roca y mi salvación…, mi esperanza…, mi alcázar”.
Jesús, en la línea del salmo, desaconseja convertir en “dios práctico” de
la vida a la ambición, al consumismo, al
dinero…, identificándolas como falsa rocas de salvación. Un consumismo que destruye al hombre y
desnaturaliza las cosas, sometiéndonos a un ritmo trepidante, en una obsesión
enloquecedora por lo superfluo.
Puede ser nuestro gran peligro: desvivirnos
por lo superfluo, sacrificando para ello lo fundamental. Frente a lo sencillo,
lo exótico y sofisticado… Y eso nos impide “gustar”, “disfrutar” lo natural y
original… Nos olvidamos de agradecer el sol, el aire, el agua, la flor, el
canto de los pájaros, la espiga de trigo, el perfume de la violeta…, e incluso,
en ocasiones, contribuimos a su extinción, para vivir volcados hacia lo
artificial.
Pero
hay algo más, Jesús nos propone la auténtica preocupación de la vida: “Buscad
el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura” (Mt
6,33). ¿No habremos hecho una inversión, una tergiversación peligrosa,
dedicándonos a “lo demás”, abandonando la búsqueda del Reino de Dios, el
conocimiento y cumplimiento de su voluntad? ¿Y, actuando así, no vivimos como
los paganos? ¿Qué ve la gente en nosotros? ¿Servidores/seguidores de Cristo (2ª
lectura: cf. 1 Cor 4,1), o “hombres de poca fe” (Mt 6,30)?
El
Señor nos invita a vivir “el día a día”, con una certeza fundamental: nuestras
vidas están en las manos de Dios, que es nuestro Padre y nuestra Madre. Eso no
nos ahorrará trabajo, pero nos dará
esperanza; borrará la angustia y sembrará en nosotros serenidad. Porque valemos
más que los pájaros y las flores (Mt 6,26). Estamos en las manos de Dios, y
¡son las mejores!
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué experiencia
tengo de Dios?
.- ¿Busco el Reino
de Dios en la vida, o me afano por “lo demás”?
.- ¿Con qué
criterios interpreto la realidad? ¿Con criterios evangélicos, o meramente
económicos?
DOMINGO J. MONTERO
CARRIÓN, OFMCap.
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