1ª Lectura: Sabiduría 2,17-20
(Dijeron los
malos):
Acechemos al
justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara
nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a
Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y
solo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es
diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si
fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener de
parte a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace
de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de
sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para
comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte
ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.
*** *** ***
El hombre
justo cuestiona con su vida, no forma parte del paisaje común de vulgaridad,
“es diferente”: denuncia con sus ser y con su estar. Por eso no halla espacio en el sistema y debe
ser eliminado. Pero el hombre justo es necesario; sin él la vida se deforma. El
autor de estos versículos se inspira en la figura del “Siervo” de los poemas de
Isaías, mostrando que la fuerza del hombre justo reside en la fuerza del Señor.
2ª Lectura: Santiago 3,16-4,3
Hermanos:
Donde hay
envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene
de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva,
dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que
procuran la paz estan sembrando la paz; y su fruto es la justicia. ¿De dónde
salen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de
placer, que combaten en vuestro cuerpo? Codiciáis lo que no podéis tener; y
acabáis asesinando. Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y
peléais. No lo alcanzáis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís
mal, para derrocharlo en placeres.
*** *** ***
La Carta
diseña el perfil de la verdadera sabiduría, la sabiduría cristiana, en
contraposición con la sabiduría terrena. Las comunidades cristianas, ya desde
el principio, se vieron inmersas en “tentaciones” muy concretas. Aquí se
apuntan algunas causas de los conflictos: la ambición, el deseo de placer… Paz
fraterna y justicia son frutos de la sabiduría cristiana.
Evangelio: Marcos 9,29-36
En aquel
tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía: El Hijo del Hombre va a ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los
tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a
Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quien era el más
importante.
Jesús se
sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos. Y acercando un niño, lo puso en medio
de ellos, los abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como este en mi nombre,
me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha
enviado.
*** *** ***
El relato
contempla dos momentos: uno de camino, y otro ya en casa, en Cafarnaún. Una
prioridad de Jesús no fue solo instruir a los discípulos sobre su camino, sino
introducirlos en él. Formulado de manera más condensada y genérica que el
primero (Mc 8,31-33), este segundo anuncio de la pasión, supone una nueva
llamada a los discípulos, quienes no sólo no entienden sino que tienen miedo de
entender. El relato nos dice que hay dos modos diferentes de caminar: el de
Jesús, en clave de servicio, y el de los discípulos, en clave de autoservicio.
Ya en casa, Jesús, una vez más corrige esa perspectiva, descubriéndoles el
“puesto” del discípulo en la vida, vinculándose y vinculando a Dios con el
servicio y acogida de los menores de este mundo.
REFLEXIÓN PASTORAL
“¿De
qué discutíais por el camino? Ellos
callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”.
Un tema de conversación precristiano, si
no ya anticristiano. Mientras Jesús se hace Camino para servir, ellos los
discípulos, querían utilizar ese camino para servirse. Un dato aleccionador,
que demuestra cómo nadie está libre de la ambición, ni siquiera los que andaban
en las proximidades de Jesús.
Hoy asistimos a una lucha, no solo
dialéctica, sino física, por ocupar los
primeros puestos; el protocolo es muy exigente. Cada grupo, y casi cada hombre,
reclama ser protagonista del destino de los otros.
Los políticos, surgidos en las urnas,
reclaman la legitimidad de presidir y configurar la cosa pública; los
dirigentes religiosos, argumentando que en el hombre hay dimensiones
transcendentes, exigen un amplio espacio de protagonismo y de presencia; el
mundo sindical, apoyado en que es el trabajo de sus afiliados quien hace
posible la productividad, exigen presidencias cada vez más importantes no solo
en la empresa sino en la sociedad; el capital, aduciendo que su dinero y
dinamismo organizativo es quien hace posible el crecimiento industrial, pide
mayor capacidad de decisión en la configuración del modelo social… Todos discuten y compiten por la presidencia. Todos
quieren -o queremos- servir, pero desde arriba, desde la presidencia.
Llega Jesús y nos dice: “Quien quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos”. No desautoriza ni descalifica el
querer ser los primeros -los dirigentes y líderes son necesarios-, pero marca
el estilo: servir de verdad, porque detrás de muchas declaraciones de servicio
se esconden muchas vocaciones de autoservicio. Basta ver lo mal que sienta
cuando uno es relevado de ese “servicio” de presidencia.
“¿De
qué discutíais por el camino?” Una pregunta que puede llevarnos a comprobar
y examinar los auténticos valores, los afanes, las inquietudes y los proyectos
de nuestro caminar diario. Una pregunta que puede llevarnos a examinar nuestro
hablar y nuestro vivir.
¿Caminamos por la vida marcando rutas de
comprensión’? O, por el contrario, ¿lo hacemos acechando al justo, fomentado
envidias, enfrentamientos, tensiones…? “El
fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz”,
nos dice hoy el apóstol Santiago”.
¿Qué sembramos en nuestra convivencia
diaria, simientes de justicia -que es el fruto de la paz- o la cizaña destructora?
¿No somos también de los que pensamos que ser buenos no es rentable? ¿Que la
vida es lucha, y que gana el que hace la guerra más útil, aunque sea la más
sucia?
“¿De
qué discutíais por el camino?” Quizá también nosotros, ante esta pregunta
de Jesús, tendríamos que guardar silencio, porque los temas y contenidos de
nuestra vida real no estén muy conformes con lo que teóricamente creemos. Pero,
en todo caso, es una buena pregunta, que haríamos muy mal en desoír o en
archivar, para seguir caminando como si el Señor no se hubiera hoy acercado a
nuestra vida y no nos la hubiera formulado.
REFLEXIÓN
PERSONAL
.-
¿De qué hablamos por el camino?
.-
¿De dónde salen las luchas y conflictos entre nosotros?
.-
¿Cuál es mi plataforma de servicio?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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