1ª Lectura:
Éxodo 22,21-27
Esto dice el Señor: No oprimirás ni vejarás
al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás ni a
viudas ni a huérfanos, porque si los explotas y ellos gritan a mí yo los
escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras
mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un
pobre que habita contigo, no serás con él usurero cargándole de intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo
se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para
cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a costar?
Si grita a mí yo lo escucharé, porque yo
soy compasivo.
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Nos hallamos en la sección de las leyes
sociales y religiosas del Código de la Alianza (Ex 20,22-23,33). El texto
contempla ya a una comunidad asentada en la tierra prometida y en convivencia
con otros grupos étnicos y sociales. Una sociedad que empieza a tener “poder”.
En el se revela el rostro del Dios
compasivo, volcado sobre el débil social -el forastero, el huérfano y la
viuda-. Las actitudes que deben guiar la praxis social deben estar inspiradas
en la justicia y la misericordia. Dios será garante y reivindicador de la
dignidad del hombre.
2ª Lectura: 1
Tesalonicenses 1,5c-10
Hermanos:
Sabéis cuál fue nuestra actuación entre
vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del
Señor, acogiendo la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu
Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y
de Acaya. Desde vuestra comunidad, la palabra de Dios ha resonado no solo en
Macedonia y en Acaya, sino en todas partes; vuestra fe en Dios había corrido de
boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya
que ellos mismos cuentan los detalles de la visita que os hicimos: cómo,
abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y
verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a
quien ha resucitado de entre los muertos y que os libra del castigo futuro.
*** *** *** ***
Pablo, en un diálogo vivo con los cristianos
de Tesalónica, le recuerda cómo fueron los orígenes de su fe: una acogida
gozosa y esforzada -entre tanta lucha con
la alegría del Espíritu Santo-, ejemplarizando con su vida la verdad del
Evangelio -que eso es evangelizar-. El fragmento se concluye con una apelación
a la esperanza en la venida liberadora del Señor. Es la primera referencia a
este tema, la venida del Señor, característica importante de esta carta.
Evangelio:
Mateo 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que
había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le
preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de
la Ley?
El le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el
principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a
ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.
*** *** *** ***
Tras la pregunta por la licitud de pagar el
tributo al César, sigue otra pregunta fundamental: la del mandamiento principal
de la Ley. Y si la respuesta a la primera pregunta fue precisa y clarificadora,
no lo es menos la respuesta a la segunda. La respuesta es: Amarás. A Dios sin reticencias -alma, vida y
corazón-, y con la misma intensidad al prójimo. El amor al prójimo no es algo
distinto del amor a Dios. El amor a Dios no merma el amor al prójimo: lo
fundamenta. Si se ama de verdad a Dios, se ama al prójimo y viceversa, aunque a
veces no se tenga plena conciencia de ello (cf. Mt 25,31-46). Esta es la
revelación y la revolución de Jesús: la del AMOR. Con ella, Jesús no solo esencializó la Ley, esencializó la vida.
REFLEXIÓN
PASTORAL
En
tiempos de Jesús, en Palestina había diversas escuelas, corrientes de pensamiento y de tema religioso y moral. En ese ambiente, los
fariseos, se acercan a Jesús, para ponerlo a prueba, preguntándole, para
que, entre la multiplicidad de opiniones
existentes, Él diera también la suya. “Maestro, ¿cuál es el mandamiento
principal de la Ley?” (Mt 22,36).
Salvadas las lógicas distancias, quizá no
sea muy diferente de aquella nuestra situación actual. Se han multiplicado las
opiniones...; el pluralismo, en sí sano y necesario, no pocas veces crea un
cierto confusionismo y hasta indiferencia. Por eso puede venirnos muy bien la
pregunta por lo principal. Es un síntoma de madurez personal y social
saber formularse este tipo de preguntas,
y no distraerse con preguntas accidentales y anecdóticas. Pues si no nos
preguntamos por lo esencial, tampoco encontraremos la respuesta fundamental y
esencial. Hay que esencializar la vida y en la vida.
Pero esencializar no es tender a lo mínimo
sino a lo íntimo. Es delimitar, y no solo limitar; es precisar el objetivo y lo
objetivo desde las prioridades del Evangelio. Es alcanzar esa zona de silencio
que permite escuchar la voz de la verdad sin tergiversaciones. Una
esencialización cualitativa.
En la vida cristiana lo esencial es Dios,
tal como nos lo ha revelado Jesucristo. Y lo esencial de Dios es su Amor. Hay
que retornar de esa diáspora en que vivimos, interiormente disgregados,
para vivir lo esencial y hacerlo visible: el amor de Dios y al Dios Amor.
Y ¿cuál es la respuesta de Jesús? “Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”
(Mt 22,37). Es decir con un amor total. ¿Y podemos decir que amamos a Dios así?
Cuando apenas le dejamos un resquicio en
nuestra vida, cuando en nuestro tiempo casi no hay tiempo para Él, cuando
nuestro corazón está saturado de tensiones, rencores, frivolidad,
ambiciones..., ¿podemos amar a Dios con todo el corazón?
“Amarás a Dios...”, y “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39). No opone ni contrapone; no separa;
no establece ni siquiera un antes a Dios y luego al prójimo. Se
trata de un amor contemporáneo: amar a Dios en el prójimo y amar al
prójimo en Dios.
Y si el amor de Dios no puede ser teórico,
tampoco el amor al prójimo. La primera lectura,
pone nombre a las exigencias del amor: la práctica de la justicia y de
la misericordia (Ex 22,20.21.24). Esta
es la caridad, o una manifestación seria de la misma.
El amor al prójimo no puede reducirse a un
sentimiento, aunque deba ser sentido. El amor al prójimo no puede ser solo
limosna superflua...; implica solidaridad, fraternidad, perdón... ¡Obras son
amores! Por lo menos, ya lo sabemos: la respuesta fundamental es AMARÁS. “En
esto conocerán que sois discípulos míos...” (Jn 13,35).
En la segunda lectura, Pablo da gracias a
Dios porque la comunidad cristiana de Tesalónica ha acogido la Palabra con
alegría. Aún en medio de “tanta lucha” (1 Tes 1,6) vive y testimonia su
fe, y su testimonio se ha extendido por todas partes Ese es el rostro y la voz
de la nueva evangelización ¡Ojalá también pudiera decir esto de nosotros!
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Mi vida está volcada hacia
esa prioridad, la del amor?
.- ¿Con qué intensidad es
cristiana mi vida?
.- ¿Sé esencializar la vida?
DOMINGO J.
MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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