miércoles, 10 de diciembre de 2025

IIIº DOMINGO DE ADVIENTO -A-

1ª Lectura: Isaías 35,1-6a. 10.

    El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor el narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Y volverán los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza: alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

                                            ***             ***             ***

    El capítulo 25 de Isaías es un poema que contempla la vuelta del pueblo del Destierro y, por tanto, habría que relacionarlo con la segunda parte del libro de Isaías (caps. 40-55), conocido como “Deutero Isaías”. El profeta contempla y canta la restauración de Israel. El pueblo contemplará la gloria y la belleza del Señor, reflejada en la transformación del desierto en vergel. Esa noticia debe regenerar a la comunidad que, liberada de sus ataduras y recuperada de  su fragilidad, es invitada a ponerse en camino hacia la patria, la Sión renovada y convertida en morada permanente del Señor. Pero, ¿lo creyó la comunidad?

    Situado en el Adviento cristiano, el texto supone un estímulo para dotar a nuestra vida de esperanza, superando miedos y debilidades, y encantarnos con la contemplación de la belleza y la gloria de nuestro Dios, reflejada en rostro de Cristo (2 Cor 4,6). ¿Lo creemos nosotros?  

2ª Lectura: Santiago 5,7-10.

    Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

                                                ***             ***             ***

    A los primeros cristianos les inquietaba el retraso de la venida del Señor. Esperaban con ansiedad ese momento. La situación que estaban viviendo era difícil -“rodeados de toda clase de pruebas” (Sant 1,2)-. En la Carta, dirigida a cristianos de origen judío dispersos por el mundo greco-romano, se les anima no sólo a la paciencia sino también a la fortaleza y la perseverancia. Hay que abandonar cálculos de tiempo cronológico,  y “abandonarse” a la promesa del Señor, que no fallará.

Evangelio: Mateo 11,2-11.

    En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

    Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”

    Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un Profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quién está escrito: `Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti´. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”.

                                            ***             ***             ***

    A la cárcel le llegan a Juan noticias de Jesús, de su estilo y doctrina, que no parecen coincidir con el perfil austero y penitencial diseñado por él (cf. Mt 3,1-12; 11,18). Por eso envía discípulos para conocer la respuesta personal de Jesús. Y ésta es clara: sus obras, contempladas a la luz de los oráculos proféticos (Is 35,5-6; 42,18) no dejan lugar a dudas; y revelan también que su mensaje es la Buena Noticia.  Pero, junto a este autotestimonio, Jesús da testimonio de Juan. Aunque él, Jesús, aporta un plus  -un tono y un rostro nuevo-, no lo descalifica: Juan no es un predicador oportunista ni un halagador de los oídos del poder; es más que profeta: es el Precursor.

REFLEXIÓN PASTORAL

Se alegrarán el páramo y la estepa…” (Is 35,1). Es el mensaje del tercer domingo de Adviento -por eso designado domingo “gaudete”-. Pero, ¿es un mensaje posible? ¿Existe en nuestra sociedad, tan tensionada, un espacio y un motivo para la alegría? ¿Más que alegrarse no está gimiendo la creación por la violencia a la que la tiene sometida el hombre (cf. Rom 8,22)?

    La Palabra de Dios nos invita no sólo a la alegría, sino que ofrece el auténtico motivo para la misma: la venida del Señor.  El profeta Isaías, con una mirada profunda, atisba el rejuvenecimiento de la creación, reflejo de “la belleza de nuestro Dios” (vv.1-2), del rejuvenecimiento hombre, que recuperará el pleno uso de sus sentidos, y del de la misma sociedad (vv. 3-6).

    La alegría y la esperanza descansan, recuerda el salmo responsorial, en la fidelidad y lealtad de Dios (Sal 146,6), que vendrá para salvarnos.

   La esperanza en la venida cierta, pero sorpresiva y sorprendente del Señor, es el motivo de nuestra alegría. Pero esperar no es fácil. Por eso la Carta de Santiago nos advierte: “Tened paciencia, hermanos,…y manteneos firmes” (Sant 5,7.8).

    ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos todavía que esperar a otro?” (Mt 11,3). En esa  pregunta se encuentra condensada la expectación de toda la historia humana. ¿Eres tú… el agua viva (Jn 4,10), el pan de la vida (Jn 6,35), la luz (Jn 8,12), el camino, la verdad, la vida… (Jn 14,6), o tenemos que seguir esperando a otro, apurando fuentes y alimentos que no sacian, internándonos por caminos que no nos conducen a ninguna parte o que, por lo menos, no nos conducen a Dios? ¿Eres tú?

     Dichoso el que no se siente defraudado por mí” (Mt 11,6). En realidad Él, Jesucristo, no defrauda, porque vino a dar testimonio de la Verdad, pero sí que pueden sentirse defraudados, desencantados los que van tras Él buscando otras cosas, y no la Verdad (cf. Jn 6,26).

    Acojamos la pregunta del Bautista y examinemos si es el Señor, quien orienta y colma nuestra esperanza; si es Él el fundamento de nuestra alegría. En todo caso, es importante que nos preguntemos y respondamos con sinceridad a esa cuestión, pues llegará el momento en que el mismo Jesús nos pregunte: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?” (Mt 16,15).

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Lo digo de palabras, o lo digo con la vida?

.- ¿Me reconozco en la bienaventuranza de Jesús?

.- ¿Me inunda la alegría del evangelio?

Domingo J. Montero Carrión, franciscano capuchino.

jueves, 4 de diciembre de 2025

IIº DOMINGO DE ADVIENTO -A-

1ª Lectura: Isaías 11,1-10.

En aquel día: Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado, con equidad dará sentencia al pobre. Herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia el ceñidor de sus lomos; la fidelidad, ceñidor de su cintura. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No hará daño ni estrago por todo mi Monte Santo: porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

                                             ***             ***             ***

Nos hallamos ante la formulación más acabada del sueño profético para Israel. Un tiempo presidido por el espíritu del Señor, encarnado en el Ungido de Dios. Un tiempo marcado por la piedad, la paz, la justicia y  la verdad. Toda la creación se verá afectada y renovada por ese Espíritu. Desaparecerán las hostilidades no sólo entre los hombres, sino entre el hombre y la naturaleza, representada en los animales. La hostilidad que arrancó de la desobediencia del Paraíso (Gén 3,14-15), desaparecerá en este nuevo paraíso. Una visión similar de pacto entre Dios y la naturaleza en favor del hombre se encuentra en Os 2,20; Ez 34,25.28; Is 65,25. Jesús aparecerá reivindicando ese Espíritu y esa función (Lc 4, 18-19; Mt 12,18-21).

2ª Lectura: Romanos 15,4-9.

  Hermanos: Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las  Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os ha acogido para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas, y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre.

                                              ***             ***             ***

El texto seleccionado pertenece al final de la parte exhortativa de la Carta. San Pablo amonesta a los cristianos, en su mayor parte provenientes del mundo pagano, a considerar las Escrituras como guía espiritual y criterio de vida. A profundizar la comunión, para orar a Dios con un solo corazón. A acoger al otro como cada uno ha sido acogido por Dios en Cristo. Dios no discrimina: la elección, en otro tiempo, del pueblo judío no supuso la exclusión de los gentiles, y la apertura ahora del Evangelio a los gentiles no oscurece esa fidelidad de Dios respecto de Israel. Cristo nos lo revela con claridad: él ha venido a derribar el muro de separación (Ef 2, 14).

 Evangelio: Mateo 3,1-12.

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”. Este es el que anunció el profeta Isaías   diciendo: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: `Abrahán es nuestro padre´, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.

                                              ***             ***             ***

Juan Bautista es una de las figuras típicas del Adviento. Fue un personaje de gran relevancia en su tiempo. Era el guía carismático de un movimiento popular, que convocó al pueblo a la penitencia ante la inminencia del juicio de Dios. Su mensaje estaba centrado en la urgencia de la conversión, ofreciendo como signo de la misma el bautismo en las aguas del Jordán.

 

REFLEXIÓN PASTORAL

Si nos fuera permitido soñar el futuro, no lo imaginaríamos mejor que como nos lo describe el profeta Isaías: un futuro de justicia y de paz, sin sombras ni amenazas, y presidido por alguien sobre “el que se posará el espíritu del Señor” (Is 11,2), y con una especial providencia hacia el pobre, el afligido y el indigente (Sal 71). Y no es un sueño imposible; pero no puede obtenerse sólo soñando. Ese es el futuro que Dios quiere para el hombre, y por el que Cristo trabajó y entregó su vida. Un futuro al que hay que abrir camino.

Preparad el camino” (Mt 3,3), dice el Bautista. Juan denunciaba las falsas seguridades religiosas, la insuficiencia de una práctica religiosa ritual, la falta de frutos. Más tarde, dirá Jesús que al árbol se le conoce por sus frutos (Mt 7,20), de conversión. Y eso exige introducir en nuestras vidas rectificaciones profundas y hasta cambios de dirección, porque “Mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,8). ¿Cómo abrir caminos a ese futuro? ¿Cómo hacer para que el Reino de Dios venga a nosotros? “Convertíos…, rectificad…, dad frutos” (Mt 3,3.8). Es lo de siempre, porque nunca nos decidimos a tomarlo en serio. Por eso nuestros caminos no conducen a ninguna parte y, en todo caso, no conducen a ese futuro añorado y soñado de paz y justicia.

Juan denunciaba las falsas seguridades religiosas, la insuficiencia de una práctica religiosa ritual, la falta de frutos. Más tarde, dirá Jesús que al árbol se le conoce por sus frutos (Mt 7,20), de conversión. Y eso exige introducir en nuestras vidas rectificaciones profundas y hasta cambios de dirección, porque “Mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,8).

La voz de Juan es exigente, y debemos escucharla y acogerla con seriedad y gratitud. La palabra de Dios no es una palabra de adorno, ni demagógica; es útil para enseñar, corregir y salvar (cf. 2 Tim 3,16). Nos lo recuerda hoy la segunda lectura (Rom 15,4).

Hoy se nos invita a soñar el futuro, pero sobre todo a trabajar por él, y a una lectura atenta de las Escrituras; ellas nos ofrecen claves para propiciar la alternativa, “pues se escribieron para enseñanza nuestra…, y con el consuelo que dan mantengamos la esperanza” (Rom 15,4), pues “toda Escritura es útil para educar en la justicia” (2 Tim 3,16).

Cristo asumió este servicio de ser y dar esperanza, pues “Dios, mediante la Resurrección de Jesucristo nos ha reengendrado a una esperanza viva” (1 Pe 1,3), convirtiéndose personalmente en nuestra esperanza (Ef 1,12; Col 1,27; 1 Tim 3,14) y convirtiéndonos en servidores de esperanza (1 Pe 3,15).

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Qué hago para preparar el camino del Señor?

.- ¿Qué rectificaciones debo introducir en la vida?

.- ¿Qué conocimiento y aprecio tengo de la palabra de Dios?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, franciscano capuchino.