jueves, 30 de junio de 2016

DOMINGO XIV -C-

1ª Lectura: Isaías 66, 10-14c

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto. Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella como un río la paz, como un torrente en crecida las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre sus rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.

                        ***                  ***                  ***                  ***

Nos hallamos en lo que se designa el III Isaías (56-66), al final. El profeta entona un canto de esperanza gozosa por la intervención de Dios en favor de su pueblo. Contempla el retorno de los desterrados y la llegada abundante y definitiva de la paz. Es interesante destacar la ternura maternal del proceder de Dios.


2ª Lectura: Gálatas 6,14-18

Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma, también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me venga con molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

                        ***                  ***                  ***                  ***

Frente a los judaizantes, que reivindicaban la circuncisión como signo de gloria, Pablo reivindica la cruz de Cristo. La cruz no como signo externo sino como espacio existencial de fe, en el que se ha manifestado el amor salvador de Dios ¿Quién es el Israel de Dios? Los convertidos del judaísmo. ¿Cuáles son “las marcas de Jesús”? Pablo no está aludiendo a los estigmas físicos -las llagas- sino a los signos profundos: la mentalidad de Cristo (I Co 2,16), los sentimientos de Cristo (Flp 2,5). Pablo se siente “marcado” por Cristo existencialmente, seducido por él.

Evangelio: Lucas 10,1-12. 17-20
                                                                                                                                     
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ella vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo”.
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre” Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os dará daño alguno. Sin embargo no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombre están inscritos en el cielo”.

                        ***                  ***                  ***                  ***

La “misión de los setenta y dos” (o setenta), como precursores a los lugares que él había de visitar, es propia de Lucas, y ha sido  construida con elementos de un discurso de Mc 6,8-11, dirigido a los Doce. Algunas de las indicaciones dejan suponer una praxis misionera existente en las comunidades, que ha sido incorporada al discurso (normas sobre el alojamiento). Que Jesús quiso incorporar, ya en vida, a los discípulos a la misión está fuera de duda: fue uno de los motivos de la constitución del grupo de los Doce: para estar con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,14-15).
Más allá de esas precisiones, conviene destacar los siguientes aspectos: la misión debe ser orada, rogada a Dios. El misionero es un “don” de Dios. La misión supone un riesgo personal, porque los espacios a los que va son espacios hostiles.  Ha de ser a cuerpo limpio, sin más bagaje que el mensaje: el Reino de Dios está cerca.
Sacudir el polvo del calzado significaba declarar impura la tierra que se ha pisado. La mención de Sodoma evoca el texto de Gn 19.
El reportaje lucano concluye con el retorno de los discípulos, entusiasmados por el éxito de la misión. Pero Jesús les descubre que el verdadero motivo de su entusiasmo no debe estar en ese éxito, sino en que sus nombres, sus vidas, están inscritas en el cielo, están en el corazón de Dios. Sirve para hoy este texto, cuando se habla de la nueva evangelización. Evangelización en pobreza, nítida en su contenido, 

REFLEXIÓN PASTORAL

El relato evangélico de este Domingo nos habla de “una” misión encomendada por Jesús a un grupo de 72 discípulos  -no a los Doce-  para “prepararle el camino”. En ese relato hay una serie de elementos a los que prestar atención, porque a la hora de misionar es importante no olvidar los tonos, contenidos y estilos de la “primera” misión, la que diseñó el Maestro.
Llama la atención la primera constatación de Jesús: “La mies es abundante y los obreros pocos”, junto a la recomendación: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.
Es también sorprendente la descripción que hace del paisaje, del horizonte previsible de la misión: “Os mando como corderos en medio de lobos”.
Y, sobre todo, las consignas: ir desprovistos de todo signo de poder -sin talega…-; con un saludo -la paz-; un mensaje  -el Reino de Dios está cerca- y un quehacer -“curad enfermos”-.
Un mensaje que Francisco de Asís resumió en un saludo: Paz y Bien. Anunciar la Paz  -“Cristo es nuestra Paz”- y hacer el Bien (función sanante y curativa), porque el Bien es el nombre que describe a Dios: su ser y quehacer: “Tú eres el Bien, sumo Bien, solo Bien, único Bien”.
También nuestro momento puede describirse con términos similares, porque también hoy “la mies es mucha y los obreros son pocos”; también hoy se respira y alimenta un cierto clima de hostilidad, acoso e indiferencia ante lo religioso y lo cristiano; también hoy es necesario “orar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”; también hoy es necesario hacer la misión desde la esencialidad evangélica, con un discernimiento profundo respecto de los tonos, medios y contenidos. Pero, por encima de todo, el acento recae, hoy como ayer, en los obreros;  y más en la calidad que en el número.
La segunda lectura, tomada de la carta a los Gálatas, nos ofrece el perfil del obrero cristiano, Pablo de Tarso. Un hombre seducido por Cristo -“para mía la vida es Cristo…; que nadie me moleste, yo llevo en mí las marcas de Jesús”-. Personas seducidas, encandiladas, apasionadas por Jesús y su causa, para quienes “todo es basura  comparado con el conocimiento de Cristo Jesús” (Flp 3,8).
No hay cristiano sin misión. También el cristiano está marcado por Cristo: el bautismo es el “sello” de garantía que configura la vida y que se enriquece con los demás sacramentos, entre ellos, particularmente, la Eucaristía.
Una misión para la que no hay que irse muy lejos, sino quizá entrar dentro de uno mismo, para cristianizar, evangelizar la propia vida, y luego abrirse a los horizontes más inmediatos, la familia, el trabajo, las relaciones…
PAZ Y BIEN, una síntesis densa y fiel del estilo y el contenido de la misión evangelizadora.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Siento la urgencia y la responsabilidad de la misión?
.- ¿Siento a Cristo como referente primordial en mi vida?

.- ¿Soy mensajero de Paz y Bien?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap

miércoles, 22 de junio de 2016

DOMINGO XIII -C-


 1ª Lectura: I Reyes 19,16b. 19-21

En aquellos días, el Señor dijo a Elías: Unge como profeta sucesor a Eliseo, hijo de Safat, natural de Abel-Mejolá.
Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando, con doce yuntas en fila y él llevaba la última. Elías pasó a su lado y le echó encima su manto.
Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió: Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.
Elías contestó: Ve y vuelve, ¿quién te lo impide?
Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los mató, hizo fuego de los aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a sus órdenes.

                        ***                  ***                  ***                  ***
           
Elías, que desmoralizado por las amenazas de Jezabel, había huido al Horeb (I Re 19, 2-8), recibe de Dios la orden de regresar y de elegir a Eliseo como profeta y sucesor (I Re 19,15-16). La obra de Dios debe seguir adelante. Los vv 19-21 pertenecen al denominado ciclo de Eliseo (II Re 2-13). Éste era un agricultor. El paso de Elías junto a él le cambió la vida. El manto no solo era ropa de abrigo, simbolizaba la personalidad y los derechos de su dueño. Además el manto de Elías tenía una eficacia milagrosa (II Re 2,8). Elías adquiere así un derecho sobre Eliseo. Eliseo acepta la invitación y, tras “quemar” los aperos de labranza, se convirtió en discípulo de Elías.

2ª  Lectura: Gálatas 4,31b-5,1. 13-18

Hermanos:
Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Yo os lo digo: Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal, que no hacéis lo que quisierais. Pero si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley.

                        ***                  ***                  ***                  ***

La libertad es el horizonte del cristiano y la gran conquista de Cristo. Una libertad para ser  asumida y vivida. Pero esa libertad no es un “ídolo”. Pablo no invita a la anarquía ni a la autosuficiencia. La libertad cristiana debe estar normada por el amor. La libertad impide esclavizar a nadie, poniéndolo a nuestros pies, pero nos hace esclavos, poniéndonos a los pies de los demás, asumiendo la actitud de Jesús (Jn 13,4-5), por amor. Pablo no es ingenuo, sabe de las tensiones existentes en las comunidades. Por eso, al tiempo que exhorta, denuncia. El proceder cristiano debe estar inspirado por el Espíritu, no por las tendencias de la carne. El cristiano no solo debe rehuir “el yugo de la esclavitud” (la circuncisión que querían imponer los judaizantes) sino “todo” yugo (“las obras de la carne” cf. Ga 5,19).
La libertad cristiana es libertad “de” todo lo que oprime, y libertad “para” poner todo, la vida, al servicio de las urgencias del amor (II Co 5,14).

Evangelio: Lucas 9,51-62

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: Te seguiré a donde vayas.
Jesús le respondió: Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
A otro le dijo: Sígueme.
Él respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.

                        ***                  ***                  ***                  ***
     
Jesús decide orientar sus pasos hacia Jerusalén. Ha de atravesar Samaría, y envía a algunos para buscar alojamiento. En una aldea no fue aceptado por su condición de judío (“los judíos no se tratan con los samaritanos” Jn 4,9). El mismo Jesús en un primer momento advertirá a los discípulos de no entrar en los poblados de samaritanos (Mt 10,5). La reacción de Santiago y Juan es desechada por el Maestro. Que no ha venido a abrirse camino a sangre y fuego, sino a abrir camino entregando su propia sangre.
En ese camino aparecen tres personas; la primera pide ser admitida en su compañía. Jesús le responde con realismo, haciéndole ver cómo acababan de negarle un techo para hospedarse. La segunda es invitada por Jesús al seguimiento. Pero ésta pide un tiempo de demora. “Ir a enterrar a mi padre” equivale a: “lo haré cuando haya fallecido mi padre” (no es que su padre ya hubiera muerto y fuera inminente la sepultura). La tercera, se ofrece, pero pone unas condiciones que, en principio, parecen lógicas. Sin embargo Jesús radicaliza el seguimiento. El seguimiento de Jesús supera al de Eliseo respecto de Elías.

REFLEXIÓN PASTORAL

El evangelio de este Domingo nos habla del seguimiento de Cristo. Lo hace con expresiones chocantes a nuestros oídos, demasiado contemporizadores. Jesús no fue un rompefamilias, ni un ser sin entrañas, al contrario. Entonces, ¿qué nos quiere decir con estas expresiones?
Que en la vida, y en la vida de fe también, hay que priorizar. Que nada, ni nadie, debe impedir la respuesta fiel a la llamada del Señor. En eso consiste la libertad cristiana de la que nos habla la segunda lectura: una liberación de todo, hasta de uno mismo -de sus amores y temores- para seguir a Jesús. En eso consiste la verdadera “practica” religiosa; no en un cumplimiento superficial de normas, sino en la introducción de Cristo en el corazón, hasta convertirlo en nuestro criterio y norma de vida.
El conocimiento de Cristo es gracia, decíamos el pasado Domingo, pero, además, implica, su seguimiento; significa no perderle nunca de vista. “Corramos con constancia en la carrera que nos toca, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús” (Heb 12,1-2). ¡Una advertencia muy oportuna! El cristiano nunca debe perder de vista a Jesucristo como referencia primordial de la vida, so pena de despistarse, adentrándose por caminos equivocados y estériles: caminos que no conducen a “ninguna parte”.
Y este seguimiento no es cuestión de intuiciones personales más o menos bienintencionadas, discontinuas e intermitentes.  Se trata de “conocerlo a él” (Flp 3,10), de “ganar a Cristo y ser hallado en él” (Flp 3,8-9), de personalizar “los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5), de “caminar como él caminó” (I Jn 2,6)... y eso no se improvisa.
Al “seguimiento cristiano” le es imprescindible un talante contemplativo e interiorizador de la persona de Jesús, hasta el punto de experimentar su presencia como una seducción permanente (Flp 3,12) inspiradora de los mayores radicalismos (Flp 8,8). “De oídas” podrá iniciarse el seguimiento, pero no puede mantenerse; tiene que resolverse en el encuentro y conocimiento personales. Cristiano es el hombre que ha descubierto a Cristo como el sentido de su vida; es aquél para quien Cristo es norma y camino, con todo lo que esto tiene de configurante y decisivo.
¡No perderle de vista! Y esto significa descubrirle como inspirador permanente de las opciones de vida concreta.
Quizá lo prosaico de nuestra vida, la carencia de profundidad en nuestros compromisos..., todo eso que en momentos de sinceridad calificamos de inauténtico, se deba, en última instancia, a que no hemos descubierto de verdad a ese Jesús a quien religarnos, y por eso nos cuesta tanto desligarnos de tantas cosas que lastran nuestra vida.
Un seguimiento que implica asumir el “estilo” de Jesús: su radicalidad, generosidad y decisión. Y también el no ser acogidos en ciertos espacios o foros desafectos a su causa, como le ocurrió en esa aldea de Samaría, porque Jesús es alternativo y portador de alternativas. Demasiado, ¿verdad? Sí, para nuestra debilidad congénita; pero posible si nos alimentamos con el pan eucarístico: pan de fortaleza para los débiles, luz para nuestras oscuridades y esperanza para nuestros desalientos.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué priorizo en mi vida?
.- ¿Es Jesús el referente de mi vida?
.- ¿Vivo en la libertad de los hijos de Dios?


DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

jueves, 16 de junio de 2016

DOMINGO XII -C-


 1ª Lectura: Zacarías 12,10-11

     “Esto dice el Señor: Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto de Jerusalén, como el luto de Haddad-Rimón en el valle de Meguido”.
                        ***                  ***                  ***                  ***

     Nos hallamos en la segunda parte del libro de Zacarías (9-14). No es fácil la interpretación de este texto. La alusión a la efusión de un espíritu de gracia y clemencia sobre la dinastía de David hace que algunos lo sitúen en un contexto mesiánico. La figura del “traspasado” puede referirse a algún mártir anónimo de cuya muerte es responsable el pueblo. Ese mártir glorificado pudiera ser “el siervo paciente”.
     El pueblo de Jerusalén contemplando la víctima de su furia insensata recapacita e inicia un proceso de arrepentimiento y conversión. La alusión al luto de Haddad-Rimón puede entenderse como evocación del rito celebrativo de la muerte de Hadaddad-Rimón (probablemente una divinidad que muere y por la que se eleva un lamento ritual (cfr. Ez 8,14 la alusión al llanto por el dios Tamuz). Aquí el texto es traído como avance profético de la muerte de Jesús (cf. Jn 19,37).

2ª Lectura: Gálatas 3,26-29

   “Hermanos:
   Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el Bautismo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán, y herederos de la promesa”.

                        ***                  ***                  ***                  ***

    La fe en Cristo nos introduce en la familia de Dios, como hijos. El bautismo nos reviste de Cristo, nos hace de él. No es un revestimiento ni una pertenencia superficiales, sino profundos. Nos incorpora al pueblo de la promesa y nos hace miembros de una fraternidad universal, presidida por Cristo, donde ni la etnia, ni la condición social ni sexual tienen poder discriminatorio.  Este era el sueño de Pablo, no la realidad que le tocó vivir. Pero por ello luchó. ¿Ya es esto realidad en la iglesia de hoy? 

Evangelio: Lucas  9,18-24

      “Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?
       Ellos contestaron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
      Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
      Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios.
     Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie, y añadió: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, y ser ejecutado y resucitar al tercer día.
     Y, dirigiéndose a todos, dijo: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará”.

                        ***                             ***                  ***                  ***

      El texto contiene dos momentos importantes: la profesión de fe de Pedro (vv 18b-21) y el primer anuncio de la Pasión (v 22). Ambos momentos encuentran paralelos en Mt y Mc. Pero el texto lucano aporta matices propios. Mientras Mt y Mc destacan la geografía física de la profesión de fe (Cesarea de Filipo), Lc subraya la geografía espiritual (la oración). Lc (como Mc) no conserva la promesas a Pedro de las llaves del Reino. También en las respuestas de los discípulos hay pequeñas variantes, como en la respuesta de Pedro. Esto nos habla de un “núcleo” histórico, modelado por cada uno de los evangelistas o sus tradiciones. El relato se concluye con la prohibición de Jesús de dar publicidad a esa “profesión”. Llegará el tiempo de hacerla explícita.
     El segundo momento es el anuncio de su pasión. Lucas omite la intervención de Pedro y la reprimenda de Jesús (Mc 8,32s). Ya desde el principio Jesús comenzó a alertar a los discípulos sobre el sentido final de su vida. Si es cierto que estos anuncios se configuraron plenamente después de la Pascua, no cabe duda de que Jesús fue dando pistas  e indicaciones de por donde podrían ir las cosas, por las reacciones que observaba en los dirigentes religiosos y políticos ante su mensaje. Es este aspecto de la vida de Jesús el que pretende evocar proféticamente el texto de Zacarías de la 1ª lectura.

REFLEXIÓN PASTORAL

      Hay preguntas que nunca son respondidas definitivamente, sino que son un estímulo constante de la existencia. Entre esas preguntas se encuentra esta formulada por Jesús: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?”. Porque lo peculiar del cristiano y del cristianismo no es su ética, su filosofía e, iba a decir, ni siquiera su teología; lo peculiar del cristiano y del cristianismo es su vinculación “a un tal Jesús”,  que  muerto, ha resucitado y vive entre nosotros (cf. Hch 25,19).  Pero tal vinculación sólo podrá ser auténtica cuando hayamos clarificado quien es ese Jesús.
      Cuando proliferan tantos retratos y tan dispares, esta pregunta es de palpitante actualidad. ¿Cuál es el verdadero rostro de Cristo? El nombre de Cristo ha servido a muchos y para muchas cosas... Tan peligroso es el olvido como el ruido; no sólo el polvo, también el oro pueden desfigurar u ocultar un rostro.
     “Jesucristo es el mismo hoy, ayer y siempre” (Hb 13,8). Pero esta afirmación no pone el punto y aparte, y menos aún el punto y final a la pregunta. Cristo está por ver y por decir. Cada época y cada pensamiento se ha visto confrontado con esta “bandera discutida” (Lc 2,35). También la nuestra, en la que recientemente el interés por Jesús cristalizó en dos manifestaciones: la del Cristo Superstar y la del Cristo guerrillero. ¿Dos caricaturas? ¿Dos verdades a medias? En todo caso dos imágenes que hablan de la significatividad de Jesús: el rostro joven, alegre y rejuvenecedor, y el del que encarna la pasión por la justicia y la causa de los oprimidos.
Pero en nuestra época -¿entre nosotros?- hay una tercera caricatura: la del Cristo aburrido de los aburridos; la de aquellos que a fuerza de decir que creen en él, se han habituado a él hasta olvidarlo prácticamente.
     ¿Quién decís que soy? Es una pregunta con doble dirección. ¿Quién decís vosotros que soy yo para vosotros? ¿Qué significo yo en tu vida? Y ¿quién decís que soy yo a los otros?
     La primera nos llevará al campo de la oración (es significativo que Jesús les formula la pregunta mientras ora), porque “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae” (Jn 6,44). El auténtico conocimiento de Jesús como Camino, Verdad y Vida no es una conquista humana, sino una gracia del Padre Dios. “Bienaventurado tú, Simón Pedro, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre” (Mt 16,7), contesta Jesús a la profesión de fe de S. Pedro.           
      La segunda nos conducirá al campo del testimonio: porque ese Jesús conocido ha de ser testimoniado. No puede ser guardado como un tesoro oculto, sino mostrado como una luz que brilla para iluminar a todos los de casa.
   “¿Quién decís que soy yo? Es una buena pregunta, que espera respuesta de nuestra parte.

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Soy un testigo creíble de Jesús?
.- ¿Me siento realmente hijo, miembro de la familia de Dios?

.- ¿Discrimino en mi vida por razón de cultura, religión o sexo?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

jueves, 9 de junio de 2016

DOMINGO XI TIEMPO ORDINARIO -C


1ª Lectura: II Samuel 12,7-10. 13

En aquellos días dijo Natán a David: “Así dice el Señor Dios de Israel: ‘Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu Señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y por si fuera poco pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías el hititita y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías´”.
David responde a Natán: “He pecado contra el Señor”. Y Natán le dijo: “Pues el Señor perdona tu pecado. No morirás”.

                        ***                  ***                  ***                  ***
   
David ha cometido dos transgresiones graves de la Ley: asesinato y adulterio. Unas líneas antes (vv 1b-6) él mismo se había convertido en juez inmisericorde respecto del que no respetó la oveja del pobre. Un ejemplo de hasta dónde el pecado nos ciega, hasta no ver nuestro pecado. David declara sentencia de muerte contra el trasgresor.
Dios perdona, pero no ignora ni disculpa el pecado. A David le hace  caer en la cuenta de su malvado proceder. Y David lo reconoce. El pecado de David ha llegado hasta Dios, le ha ofendido. Pero Dios perdona a David su pecado. Un perdón que no quita relevancia a los hechos; éstos dejarán una huella dolorosa en su vida, pero David no morirá. El pecador vive cuando, arrepentido sinceramente, se vuelve a Dios.

2ª  Lectura: Gálatas 2,16. 19-21

Hermanos:
Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la ley sino por creer en Cristo Jesús. Por eso hemos creído en Cristo Jesús para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la ley. Por la ley yo estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero si la justificación fuera por la ley, la muerte de Cristo sería inútil.

                        ***                  ***                  ***                  ***

San Pablo polemiza con judaizantes (cristianos provenientes del judaísmo, que pretendían mantener viva la Ley de Moisés como fuerza salvadora). Su tono es radical. Habla desde su experiencia de converso. Para Pablo no es posible conjugar Ley y Cristo, como fuentes de salvación. Solo Cristo es fuente de salvación, de justificación. No  salva el cumplimiento de la Ley, sino la fe en Cristo que se actualiza en el amor. Pablo se ha desvinculado de la Ley para identificarse, crucificarse, con Cristo. Escribiendo a los Romanos dirá que la Ley no es pecado, pero descubre el pecado, y no aporta la fuerza para eliminarlo (cfr. Rom 7,7-25).
    
Evangelio: Lucas 7,36-8,3

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Él respondió: Dímelo, maestro.
Jesús le dijo. Un prestamista tenía dos deudores: uno  le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón contestó: Supongo que aquel al que le perdonó más. Jesús le dijo: Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?  Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.

                        ***                  ***                  ***                  ***

          Episodio propio de Lucas, distinto de la unción de Betania (Mt 26,6-13 y paralelos). La escena es elaborada con toques muy precisos. Jesús no es excluyente: acepta la invitación de un fariseo. Y acepta el gesto de una mujer pecadora. Los gestos de la mujer podían ser interpretados diversamente. El fariseo opta por la interpretación malévola; Jesús por la benévola. Y, a partir de ahí, descubre al fariseo las “carencias” de su invitación, y destaca las “querencias” que aquella mujer le expresa con sus gestos.
¿El perdón de sus pecados es efecto del amor a Cristo o el amor a Cristo es el efecto del perdón recibido?  ¿La mujer es perdonada porque ama mucho, o ama mucho porque es perdonada? Parece que el sentido correcto es: el perdón es resultado de la fe -“tu fe te ha salvado”-; y el amor es efecto del perdón. En todo caso, no conviene perderse en disquisiciones: el amor y el perdón van indisolublemente unidos.


REFLEXIÓN PASTORAL

La  escena evangélica que acabamos de leer es conmovedora y está cargada de enseñanzas y sugerencias (Lc 7,36-50). La protagonizan tres personajes: Jesús, Simón, un fariseo observante de la ley, y una mujer “marginal” y marginada en aquella sociedad. Una mujer, pecadora pública, a la que, curiosamente, Jesús convierte en “maestra” de lecciones fundamentales precisamente frente a los “maestros” oficiales de Israel.
Pero sus magisterios son distintos. Ella imparte su lección, de humanidad, ternura y arrepentimiento, a los pies de Jesús, ungiendo y besando sus pies; ellos, también imparten la suya, de rigorismo legalista, “sentados en la cátedra de Moisés” (Mt 23,2), atando “cargas pesadas” sobre los hombros (Lc 11,46).
Y Jesús, que no es un ingenuo, sabía quién era aquella mujer, sabía que en su vida había muchos pecados, y no los justifica. Pero también sabía que no todo era pecado en su vida, por eso no los absolutiza. Allí había gérmenes que estaban esperando ser despertados y reconocidos: una gran fe y un gran amor. Y es lo que hace Jesús: mirar la parte buena del corazón. Ni la mortifica con preguntas, ni la “confiesa”. “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor” y “una gran fe”. ¿Y hace falta algo más?
¡Que necesario es hoy, para todos, recuperar la mirada de Jesús! Cuántas veces creemos conocer al otro, y en realidad no conocemos más que una parte, y no siempre la mejor. Cuántas veces decimos, “¡Ah, si tú supieras quién es…!”. Pero, ¿y tú lo sabes? Solo Dios conoce de verdad. “Dios no mira como los hombres; los hombres miran las apariencias, pero Dios mira al corazón”, corrigió Dios al profeta Samuel (I Sm 16,7).
¡Cuántas personas se han hundido en eso que los “buenos” llaman “mala vida”, porque en un momento difícil en que, desde su postración, buscaron comprensión y acogida, solo encontraron dedos que les señalaban y descalificaban!
Hoy la palabra de Dios nos invita a no convertirnos en censores de los otros, sino a examinarnos a nosotros mismos y, como David, a reconocer que también nosotros “hemos pecado contra el Señor”.
Y a algo más: a asumir progresivamente, como quehacer permanente, nuestra identificación con Cristo. “No vivo yo, es Cristo quien vive en mí” afirma san Pablo en la segunda lectura; y eso no significa ningún tipo de enajenación personal, sino una personalización de Cristo, admitido conscientemente como referente existencial y primordial. Pablo siente y con-siente con Cristo; vive y con-vive con Cristo; existe y co-existe en Cristo… Se trata de una configuración que redimensiona a la persona entera: sentimientos (Flp 2, 5ss) y mentalidad (I Co 2, 16).
Desde esta configuración personal, la actuación del cristiano reviste la modalidad de una acción de Jesús, porque  “es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). Y así podremos apropiarnos su mirada misericordiosa hacia los otros y aceptar su mirada salvadora para nosotros. ¡Ojalá podamos escuchar también las palabras de Jesús: “Sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho…Tu fe te ha salvado, vete en paz!”

REFLEXIÓN PERSONAL   
.- ¿Cómo me sitúo ante el pecado del otro? ¿Con misericordia?
.- ¿Puedo decir con san Pablo “es Cristo quien vive en mí”?
.- ¿He experimentado la fuerza transformadora del perdón de Dios?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.


jueves, 2 de junio de 2016

DOMINGO X TIEMPO ORDINARIO -C-

 1ª Lectura: I Reyes 17,17-24

En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la señora de la casa. La enfermedad era tan grave que se quedó sin respiración.
Entonces la mujer dijo a Elías: ¿Qué tienes tú que ver conmigo?, ¿has venido a mí casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?
Elías respondió: Dame a tu hijo.
Y, tomándolo en su regazo, lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó en su cama. Luego invocó al Señor: Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda la vas a castigar haciendo morir a su hijo?
Después se echó tres veces sobre el niño, invocando al Señor: Señor, Dios mío, que vuelva al niño la respiración.
El Señor  escuchó la súplica de Elías: al niño le volvió la respiración y revivió. Elías tomó al niño, lo llevó al piso bajo y se lo entregó a su madre: Mira, tu hijo está vivo.
Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verda.

                        ***                  ***                  ***                  ***

      Nos hallamos en el Libro I de los Reyes, en el denominado ciclo de Elías (I Re 17-II Re 2,13), con ocasión de la gran sequía que asoló a Israel (I Re 17-18). Protagonistas del relato son la viuda de Sarepta, su hijo y el profeta Elías. El milagro realizado por intercesión de Elías (es Dios quien devuelve el aliento al hijo) sirve para reivindicar al profeta como mediador de Dios, un Dios compasivo. La compasión por el dolor humano es un rasgo del verdadero profeta.


2ª Lectura: Gálatas 1,11-19

Hermanos: Os notifico que el evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados.
Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó a su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver a los Apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a Damasco. Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro Apóstol; vi solamente a Santiago, el pariente del Señor”.

                        ***                  ***                  ***                  ***

       El tono de este fragmento es claramente apologético: Pablo se defiende de los que, desde dentro de la comunidad judeocristiana, le acusan de anunciar un evangelio espúreo. No oculta sus antecedentes como perseguidor de la Iglesia, no formaba parte del grupo de los Doce… Pero, una vez alcanzado por el Señor, se dedicó con la misma pasión a evangelizar, con un evangelio no inventado por él, sino revelado por Jesucristo.
       No obstante, pasado un tiempo -tres años- subió a Jerusalén para conocer personalmente a Pedro y a algunos miembros destacados de la comunidad. No duda de la autenticidad del evangelio que anuncia, pero sabe que este evangelio se asienta en el testimonio de los que el Señor escogió como sus testigos. En realidad las relaciones de Pablo con la Iglesia madre de Jerusalén no fueron fáciles, sin embargo las mantuvo siempre abiertas, dispuesto al diálogo y hasta a la colaboración económica (Ga 2,1-10).

Evangelio: Lucas 7,11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: No llores.
Se acercó al ataúd (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
El  muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre. Todos sobrecogidos daban gloria a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

                        ***                  ***                  ***                  ***


       Este relato de milagro es propio de san Lucas y prepara la respuesta de Jesús a los enviados de Juan Bautista (Lc 7,22). Las semejanzas con el relato del I Libro de los Reyes de la 1ª lectura son palpables. Jesús es presentado como el nuevo Elías. Sin embargo, hay elementos que los diferencian. Jesús no actúa a instancia de parte. Todo es iniciativa suya. No hay intercesión, sino intervención directa.
       La vinculación de Elías con los últimos tiempos estaba extendida en el judaísmo contemporáneo a Jesús; de hecho tanto el Bautista  como Jesús aparecen vinculados a él (Lc 9,8; Jn 1,21). Aunque Juan se desvincula expresamente (Jn 1,21.25); y Jesús parece que también, presentando al Bautista como la representación del profeta (Mt 11,14; 17,12-13). En todo caso, estas identificaciones advierten de la conciencia popular sobre la calidad personal tanto del Bautista como de Jesús, y de hallarse en unos tiempos de gran expectación mesiánica.
  

REFLEXIÓN PASTORAL

    Volvemos, tras las celebraciones litúrgicas de la Cuaresma y la Pascua, al llamado Tiempo Ordinario. La denominación es equívoca y hasta poco feliz. Normalmente identificamos “ordinario” con rutinario o vulgar. Y no debería ser así.
     Tras días densos e intensos, volvemos al día a día, también en el calendario y el termómetro litúrgico, para revalidar y consolidar los grandes misterios que hemos celebrado. Saberlos vivir con profundidad y sentido será la prueba de que los hemos celebrado realmente, y no solo ritualmente.
      La palabra de Dios nos habla en la 1ª y 3ª lectura de Dios y de sus enviados como servidores y promotores de la vida.
    Las figuras de Elías, inflexible y enérgico con los poderosos, y vulnerable ante la súplica desconsolada de la pobre viuda de Sarepta,  y de Jesús, recorriendo los caminos de la vida, que son también los del dolor y de la muerte, son aleccionadoras.
     Es un dato a destacar: el servidor de Dios debe ser siempre, más que un predicador teórico, un promotor de vida a todos los niveles: vida espiritual, aportando esperanza, ternura, compasión y comprensión…, y vida material: ayuda, solidaridad, pan… Jesús decía: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16)
      El servidor de Dios no puede ser un distraído de la vida, ha de estar en sus caminos, aspirando sus olores y degustando sus sabores, pero aportando también  su olor y su sabor  propios. Como Jesús y Elías. Ambos promovieron vida (I Re 17, 17-24; Lc 7,11-17) y pan (I Re 17, 7-16; Lc 9,12-17) y enjugaron lágrimas. Más aún, Jesús se hizo Vida (Jn 14,6) y se hizo Pan (Lc 22,19): “El pan de la vida” (Jn 6,34).
      “Levántate”. Esta palabra debemos oírla y obedecerla todos, porque todos yacemos en situaciones de muerte o de semivida. ¿O no es semivida la rutina, la tibieza, la incoherencia, la falta de alegría y esperanza que aspiramos y respiramos? “Levántate”, nos dice el Señor. Y, levantado, ayuda a levantar a tantos que esperan una mano bienhechora o desesperan ya de encontrarla.
       El don recibido no es para apropiárnoslo sino para compartirlo, para disfrutarlo con los otros. Eso es la evangelización: compartir el gozo del Evangelio. Y fue lo que hizo Pablo (2ª). No se apropió la revelación de Jesucristo, sino que se dedicó, a tumba abierta, a compartirla con los otros, haciéndose todo para todos (cf. I Co 9,22) “para que Dios sea todo en todos” (I Co 1,28).
       El evangelio es un servicio a la vida y un servicio de vida. Donde se anuncia y se acepta, florece la vida, en formas humildes, pero dinámicas. EVANGELIO Y VIDA son realidades inseparables.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Cómo circulo por la vida? ¿Sembrando vida y esperanza?
.- ¿Con qué pan alimento mi vida?
.- ¿Siento la urgencia de evangelizar?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.