jueves, 29 de octubre de 2015

Fiesta de Todos los Santos


 1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4. 9-14

            Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañéis a la tierra, ni al mar, ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios”.
            Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblo y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
            Y gritaban con voz potente: ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!
            Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
            Y uno de los ancianos me dijo: Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?
            Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes.
            Él me respondió: Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero".

                                   ***                  ***                  ***
           
            El texto seleccionado marca un impasse entre el sexto y el séptimo sello. ¿Quién se salvará del inaplazable juicio divino? Dios será propicio con sus fieles (Jdt 16,15), con los que forman parte de su propiedad, marcados con el sello de la salvación. Se trata de una comunidad “ecuménica”, sin fronteras: el “resto santo”. Formado por los 144.000 (número simbólico) de las 12 tribus de Israel y por la multitud innumerable de los que con su vida han demostrado su fidelidad al Cordero y han aceptado ser redimidos por su sangre. Entonces Dios será todo en todos (1 Cor 15,28).

2ª Lectura: 1ª Juan 3,1-3

            Queridos hermanos:
            Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él.
            Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en Él, se hace puro como puro es Él.


                                   ***                  ***                  ***

            El cristiano es hijo de Dios por pura gratuidad amorosa de Dios. Vivir conforme a esa condición es su vocación. Y en eso consiste la santidad. Vivimos esa realidad en esperanza de una plenitud que será colmada por el mismo Dios, al recapitular todas las cosas en Cristo.

Evangelio: Mateo 5,1-12a

                                                                            
            En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se le acercaron los discípulos; y él se puso a hablar enseñándolos:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán “los Hijos de Dios”.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.


                                   ***                  ***                  ***

           Las “bienaventuranzas” nos descubren el corazón de Dios, sus preferencias y sus sufrimientos. Son la expresión de la opción de Dios en favor del pobre contra su pobreza, en favor del hambriento contra su hambre, en favor del que llora contra sus lágrimas...Contra las causas de esas situaciones.
El Dios que nos revelan las “bienaventuranzas” es un Dios de una gran seriedad y compromiso ante el dolor humano: misericordioso y justo, pues no hay misericordia sin el restablecimiento de la justicia. Las bienaventuranzas son "el nuevo código de la santidad", y los criterios evangélicos de "canonización".


REFLEXIÓN PASTORAL

La celebración de esta fiesta invita a reflexionar sobre una de las notas definitorias de la Iglesia: Iglesia santa.
            Si algún término necesita hoy un “pulido” o un “aclarado” para devolverle su rostro original es el de “santidad” y el de “santo”. Los hemos envuelto en un aire irreal, lejano y de acceso casi imposible. Y una santidad percibida como imposible no es la santidad evangélica.
Es necesario recuperar la santidad como la norma y lo normal del cristiano. Una santidad hundida en lo cotidiano, construida en un proceso de conversión permanente y con permanente experiencia de la misericordia de Dios.   La santidad no debe ser la excepción, sino el “humus” donde germina la Iglesia de Dios.
“La Iglesia, enseña el Concilio Vaticano II, creemos que es indefectiblemente santa. Por ello en la Iglesia todos están llamados a la santidad... Es, pues, claro, que todos los fieles de cualquier estado o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana”. No es una senda para privilegiados, sino el camino de todo cristiano.
            No prestan, a veces, un buen servicio a la comprensión de esta realidad la práctica devocional a los santos y los procesos establecidos para la declaración de una persona como santo. La santidad debe ser lo normal, no lo extraordinario, en la Iglesia.
            El único criterio seguro de beatificación y canonización es el establecido por Jesús: las bienaventuranzas. Por supuesto que los santos “oficiales” las habrán cumplido. Pero no son los únicos. La Iglesia nos propone sus vidas para estimular la nuestra, mostrando que lo que la gracia de Dios hizo en ellos, lo hará también en nosotros, si como ellos la acogemos en nuestra vida.
La santidad es vocación universal, que se configura en respuestas personales de humilde fidelidad al Señor. El libro del Apocalipsis habla de un número que nadie podía contar de toda raza, lengua, tribu y nación (Ap 5,9). Y Jesús habla de que vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur a sentarse en el banquete del reino de Dios (Mt 8,11)…
Una santidad personal pero no individual, llamada a visibilizarse eclesialmente. “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia… Y por encima de todo esto el amor, que es le vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12.14).
Ser santo es poner a Cristo en el centro de la vida, dejándonos seducir por él y por su proyecto.
            Ser santo no es una opción facultativa, sino una exigencia indeclinable para el cristiano. “Lo mismo que es santo el que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta” (1 Pe 1,15). La santidad nos equipara, salvando las distancias, a Dios, que es santo (Lev 17; 1 Pe 1,16).



REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Siento la santidad como vocación?
.- ¿Me reconozco en el espejo de las bienaventuranzas?
.- ¿Qué aporto al rostro de la Iglesia?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.



            

jueves, 22 de octubre de 2015

DOMINGO XXX -B-


 1ª Lectura: Jeremías 31, 7-9

    Esto dice el Señor: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que os traeré del país del Norte, os congregaré de los paises de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraím será mi primogénito.

                        ***                  ***                  ***                  ***

     El texto seleccionado forma parte del “Libro de la Consolación” escrito en su mayor parte entre la reforma del rey Josías (622) y su muerte (609). Dicha reforma socio/religiosa suscitó la esperanza en un futuro en que Israel, deportado por los asirios (721), regresaría para formar con Judá un solo pueblo. Estos textos fueron releidos posteriormente, tras el exilio babilónico, como animadores  de esperanza. En ellos se expresa la idea de que, a pesar de los avatares históricos, en los que el pueblo, alejándose de los mandamientos de Dios, se hunde en sus “esclavitudes”, Dios nunca lo abandona.


2ª Lectura: Hebreos 5,1-6

   Hermanos:
    El Sumo Sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorentes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo Sacerdote, sino Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, o como dice otro pasaje de la Escritura: “Tú eres Sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.”

                        ***                  ***                  ***                  ***

    Cristo es el Sumo Sacerdote definitivo. De nuestra raza, nos conoce, por eso puede interceder por nosotros desde dentro de nuestra humanidad. Su sacerdocio es un sacerdocio “compasivo”, “fraterno”, que se remonta al sacerdocio “tribal” de Aaron, enraizándose en un sacerdocio misterioso, el de Melquisedec, mostrando así su universalidad.


Evangelio: Marcos 10, 46-52

                                                                   

    En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, ten compasión de mí.
    Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo.
    Llamaron al ciego, diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama.
    Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti?
    El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver.
    Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado.


                        ***                  ***                  ***                  ***

    Antes de entrar en Jerusalén, donde hay que tener los ojos muy abiertos y limpios para comprender todo lo que va a suceder, Jesús realiza la última curación  devolviendo la vista a un ciego, que le invoca como “Hijo de David”. ¡Todo un símbolo! “¿Qué quieres que haga por ti?”. Ante esta pregunta los Zebedeos pidieron poder, Bartimeo, en cambio, visión. Jesús hace ver, porque es Luz; pero no da poder, porque es Servidor. Aquel ciego, recuperada la visión, lo seguía por el camino. ¡El discípulo ha de entenderlo!


REFLEXIÓN PASTORAL

      A poco que hayamos prestado atención a este evangelio habremos percibido su capacidad de impresionar y sugerir. No es una anécdota pasada. Jesús aparece dando sentido a los sentidos -o a la falta de sentido- del hombre.  Hace andar a los cojos, ver a los ciegos, oír a los sordos, hablar a los mudos.  Jesús  dador de sentido, liberador de los impedimentos del hombre...
      Hoy se nos habla de un pobre ciego -doble desgracia, y es que la desgracia nunca viene sola-, sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero tuvo suerte, porque ese camino -el de su pobreza y marginación- lo recorría también Jesús.  Y es que el camino, la andadura del Señor, discurrió precisamente por esas zonas que los hombres oficialmente buenos consideraban "peligrosas".
       "Escoge a los pecadores y come con ellos…. (Lc 15,2); si este fuera profeta sabría quién y qué clase de mujeres la que lo está tocando, pues es una pecadora. (Lc 7,39).  Así pensaban y se expresaban los "buenos". Pero Jesús no rehuyó lo que ellos llamaban "malas compañías". Porque había  venido a buscar precisamente a lo que estaba perdido. No se preocupó de evitar las "malas compañías", sino que se esforzó por ser él un buen compañero, una "buena compañía".
       No recorrió las rutas "oficiales" sino los caminos reales de los hombres.  Por eso sabía de sus necesidades; por eso su camino de la cruz empezó antes del viernes santo, porque hizo suya la cruz de cada hombre.
      Por eso cuando los prudentes, los preocupados por ocultar al Maestro la fealdad y la pobreza humanas que hay a lo largo del  camino, quisieron acallar los gritos del ciego, Jesús, para quien no servían esos círculos de seguridad, no permite que se pierda ningún grito de dolor y esperanza  y manda traer al ciego.
      "¿Qué quieres que te haga?". Jesús, como el que sirve, se ofrece pero no impone el servicio. Quiere que el hombre tenga la iniciativa en su propia salvación. Porque sin libertad no hay salvación. Sería una imposición más. Antes de curar, Jesús quiere saber qué era para aquel hombre su enfermedad, su carencia y su dolencia radical: "¿Qué quieres que te haga?"  "¡Maestro, que recobre la vista!".
     Más de una vez he pensado que aquel hombre no era tan ciego: había reconocido y confesado a Jesús como “Hijo de David”, y se dirige a él como “¡Maestro!”. ¿No estarían más ciegos los que le mandaban callar?
     En todo caso, este breve diálogo deberíamos revivirlo todos y cada  uno de nosotros. Porque Jesús no ha cambiado de actitud. Sigue recorriendo los caminos de la vida real con su pregunta "¿Qué quieres que  te haga?". ¿Qué le responderíamos nosotros? ¿“Auméntanos la fe” (Lc 17,5)?; ¿“Creo, pero ayuda mi falta de fe!” (Mc 9,24)?; ¿“Maestro, que  recobre la vista” (Mc 10,51)?
      ¿Somos conscientes de nuestras carencias y dolencias más radicales? ¿Tendríamos una necesidad tan profunda como la  del ciego, la de ver, o nos limitaríamos a una petición por el bienestar? ¿Nos contentaríamos, como los dos hermanos del pasado domingo, con un puesto de privilegio, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mc 10,37)? “Tú que diste vista al ciego, filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe”, unas gotas que lleguen hasta el corazón, porque solo se ve bien cuando se mira con el corazón y con un corazón limpio. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).

REFLEXIÓN PERSONAL  
.- ¿Qué expectativas suscita en mí Jesús?
.- ¿Siento necesidad de “ver”?
.- ¿Mis encuentros con Jesús son sanadores?


    DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

jueves, 15 de octubre de 2015

DOMINGO XXIX -B-


1ª Lectura: Isaías 53,10-11

    El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará. Con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.

                        ***                  ***                  ***                  ***

    El texto, tomado del cuarto canto del Siervo, puede leerse como una “profecía” del “siervo Jesús”. Tras una existencia aparentemente frustrada, el Siervo justificará a muchos (cf. Mc 10,45). Su existencia no será estéril. Los planes de Dios no son siempre de fácil lectura, pero tienen su clave de lectura.

2ª Lectura: Hebreos 4,14-16

    Hermanos:
    Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

                        ***                  ***                  ***                  ***

   Cristo, sumo sacerdote, es nuestra avanzadilla en el cielo, y allí se ha convertido en intercesor permanente. Sus heridas no solo nos han curado (1 Pe 2,24), sino que son memoria viva ante el Padre. Es de los nuestros, nos conoce. Ahí radica la esperanza del cristiano. La existencia de Jesús es pro-existencial: lo fue en su vida terrena, y lo sigue siendo en el cielo.

Evangelio: Marcos 10,35-45

    En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
    Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
    Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
    Jesús replicó: No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
    Contestaron: Lo somos.
    Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
    Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

                        ***                  ***                  ***                  ***

    A continuación del tercer anuncio de la Pasión, este relato pone, una vez más, en evidencia la "resistencia" de los discípulos para comprender la propuesta de Jesús (cf. 8,32ss; 9, 32ss). La sección consta de dos partes: vv 35-40  y  42-45. Contemplando los paralelos sinópticos se advierten algunas peculiaridades. Mt pone la petición en labios de la madre (20, 20-21) y elimina la mención del bautismo. Lc, que no transmite la primera parte, la segunda (vv 42-45) la sitúa en un contexto diferente: en el de la institución de la eucaristía, inmediatamente después de su narración (Lc 22, 24-27). La respuesta de Jesús se articula en dos momentos: haciéndoles caer en la cuenta de que no conocen el alcance último de su petición, y realizando la contraoferta.  El v 41 sirve de tránsito para la segunda parte, y también de radiografía de la "calidad" humana del grupo. Jesús, partiendo de una constatación de hecho: el modo como se ejercía el poder político, presenta un estilo alternativo, articulado en tres proverbios o sentencias (los destinatarios del evangelio de Mc han conocido el despotismo de Nerón). La alternativa cristiana es de otro estilo. Y está fundamentada e inspirada en el ejemplo del Maestro. La expresión "por muchos" (cf 14,24) puede entenderse en un sentido circunscrito, aunque indeterminado, o universal -por todos-; el testimonio de 1 Tim 2,6 lo confirma. La alusión a la muerte expiatoria tiene como trasfondo a Is 53, 10-12, aunque la de Jesús presenta elementos del todo singulares. La petición de los Zebedeos sirve para conocer la propuesta de Jesús: participar en su destino (cáliz y bautismo), y el estilo de una comunidad cristiana: el servicio. Jesús es alternativo a los sistemas imperantes; no es solo contrario -no es un NO-, sino distinto -es un SÍ-, una propuesta renovadora.


REFLEXIÓN PASTORAL

    La escena evangélica protagonizada por los hijos del Zebedeo da lugar a interpretaciones diametralmente opuestas.
    La mayor parte de los comentaristas atribuyen esta actitud a una ambición desenfrenada, a deseos de supremacía... Otros, por el contrario (los menos), asumen la defensa de los acusados, considerando el conjunto de la escena como expresión de la amistad y del deseo de los dos hermanos de acompañar a Jesús a lo largo de su camino, de estar a las duras y a las maduras... Pero permanece el hecho de que el episodio, a no ser que se recurra a simplificaciones apresuradas, presenta aspectos desconcertantes. El evangelista Lucas lo ignora, y  Mateo se lo endosa a la madre. El relato de Marcos tiene todos los visos de responder a la realidad.
     Se puede sostener, adoptando una solución intermedia, que la petición de Santiago y Juan no parece ni descaradamente egoísta, ni totalmente desinteresada. Una mezcla de entusiasmo y cálculo. Un fondo de generosidad, en el que se insinúa una pizca de vanagloria. Una disponibilidad al riesgo, pero con alguna garantía. En una palabra, ingenuidad y picardía...
     Jesús no les reprende; se limita a "purificar" su visión y su pretensión. Sin embargo los compañeros interpretaron desfavorablemente la postura de los hermanos. Se sienten ofendidos por el atrevimiento de los dos colegas; piensan que eso puede atentar contra la estabilidad del grupo. En realidad los "diez" alimentaban las mismas pretensiones. Poco antes, Jesús, sorprendido del “ruido” que percibió en el grupo camino de Cafarnaún, había preguntado a los Doce: "¿De qué discutíais por el camino"?, y no contestaron, porque por el camino habían discutido sobre quien sería el más importante (Mc 9,33-34).
    "No sabéis lo que pedís", les responde Jesús, y les hace la única oferta posible para quien de verdad busca su cercanía: "beber el cáliz". Él no es un seguro de éxito humano, sino un reto y un riesgo.
     Y al resto del grupo les aclara el verdadero estilo, alternativo, que ha venido a instaurar: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero que sea esclavo de todos". 
      No se trata de demandar puestos a la derecha o a la izquierda; el puesto que recomienda Jesús es el que adoptó él, lavando los pies de los discípulos (Jn 13,1-14). ¡Más claro! Y es que Jesús diseña una tipología alternativa, revalidando lo menor y a los menores. Y lo hace conscientemente, sabiendo que, procediendo así, desconcertaba y desestabilizaba no solo el sistema socio-religioso de su tiempo, sino a los propios discípulos.
     Tanto la primera lectura, como la segunda, subrayan también el aspecto del servicio del enviado de Dios: entrega personal de la vida, entrega exhaustiva, en vertiente profética (primera lectura) y en vertiente sacerdotal (segunda lectura). Se trata de un servicio no ritual, sino existencial, hasta el agotamiento. Y. muchas veces, un servicio silencioso, sin publicidad, sin cámaras… Porque hay quienes están dispuestos a servir, pero desde la presidencia, desde la dirección… ¿Seremos capaces de esto?
      Estas palabras de Jesús suponen una llamada de atención a una Iglesia, permanentemente tentada de confundir la “presencia” con la “presidencia”, de servir desde el poder, confundiendo el poder servir con el servicio del y desde el poder.
    La Iglesia, la comunidad de los creyentes en Cristo, solo será útil y significativa para los hombres y sobre todo fiel a su fundador, en la medida que sea alternativa; en la medida en que rompa la lógica de lo mundano. "¡No sea así entre vosotros!" (Mc 10,43).
     Cuando se dedique a copiar estructuras administrativas de pervivencia... Cuando en ella surja la impresión de la existencia de dominados y dominadores... Cuando la burocracia sofoque, ahogue a la gracia... Cuando aparezcan estas señales de alerta, abrir  otra vez esta página de S. Marcos.      
     Jesús no está en contra de que haya dirigentes en la Iglesia. El nombró a Pedro y los Apóstoles. Pero está en contra del modo mundano de ejercer la jefatura. La Iglesia no ha de ser una comunidad desprovista de autoridad, entendida esta como disponibilidad al servicio, a semejanza de “el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10,45). Y “ no está el discípulo sobre su Maestro" (Lc 6,40).
        
REFLEXIÓN PERSONAL

.- Cómo cristiano, ¿a qué aspiro en la vida?
.- ¿Qué privilegio: el servicio o el autoservicio?
.- ¿Mi comunión con Cristo es real o ritual?


DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

miércoles, 7 de octubre de 2015

DOMINGO XXVIII -B-

1ª Lectura: Sabiduría 7,7-11

    Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza. No la equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena, y junto a ella la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Todos los bienes juntos me vinieron con ella, había en sus manos riquezas incontables.


                        ***                  ***                  ***                  ***

    El sabio opta por la sabiduría, que es la revelación de Dios.


2ª Lectura: Hebreos 4,12-13

    La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas.


                        ***                  ***                  ***                  ***

    Excelente presentación de la Palabra de Dios. Realidad viva y dinámica, alcanza las zonas más profundas del hombre. No adormece las conciencias, sino que las abre a las urgencias de la verdad y del amor. Esa Palabra es la encarnación más fiel de la Sabiduría de Dios.


Evangelio: Marcos 10,17-30

    En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
    Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
    Él replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
    Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme.
    A estas palabras, frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
    Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
     Los discípulos se extrañaron de sus palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
    Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse?
    Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
     Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
    Jesús dijo: Os aseguro que quien deja casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casa y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna.


                        ***                  ***                  ***                  ***

     A un hombre con una pregunta existencial por lo fundamental, Jesús, mirándole con cariño, le invita a “ir más allá”: le invita a su seguimiento, un seguimiento enriquecedor, pero también retador. La propuesta  alternativa  de Jesús implica tres momentos: desprendimiento, caridad y seguimiento. La “retirada” de aquel hombre es elocuente. Jesús advierte del peligro de los que confían en las riquezas, pero tampoco lo absolutiza: Dios lo puede todo (cf Lc 19, 1-10). En la respuesta a Pedro, Jesús asegura que el seguimiento exige el desprendimiento y que  el desprendimiento y el seguimiento cristiano son enriquecedores: abren al hombre a una familia más amplia: la iglesia, y  le incorporan en esperanza a la vida eterna. El inciso “junto con persecuciones” matiza la interpretación materialista o ingenua de la promesa.


REFLEXIÓN PASTORAL

    La Palabra de Dios no es un adorno ni un entretenimiento. Es la única posibilidad de caminar por el mundo, identificados con estilo y contenidos propios. Esta Palabra nos comunica verdades (es reveladora) e interpela nuestra existencia (es responsabilizadora).
    La rutina y la artificialidad con que la proclamamos y escuchamos han acabado por restarle capacidad de impacto en nuestra existencia. ¡Ya nos sabemos el Evangelio, y no nos sorprende! ¡Ya no es una buena noticia, ni siquiera noticia, sino historia repetida! Acojamos con responsabilidad las afirmaciones de la Carta a los Hebreos: "La Palabra de Dios es viva y eficaz... Juzga los deseos e intenciones del  corazón" (2ª lectura).
    ¿Y cuáles son los contenidos y exigencias que esa Palabra nos anuncia este domingo?
    Que es necesario dotar a nuestra vida de contenidos sólidos, si queremos que esta no se diluya. Que es preciso establecer una valoración jerarquizada de los motivos del vivir, si no queremos una existencia tergiversada, desorientada. Que al hombre no le queda otra alternativa de salvación si no es la progresiva liberación de la confianza ciega  en el poder salvador del dinero. Que es necesaria la Sabiduría de Dios -esa de la que nos habla la primera lectura- para distinguir, entre tanta bisutería,  el auténtico tesoro.
     El afán de tener más, para ser más y consumir más ha exigido -y exige- un alto precio en moneda humana. Muchos ascensos se consiguen con desplazamientos injustos e, incluso, pisando peldaños humanos. Muchas ganancias están amasadas con derechos humanos hipotecados.
     Jesús hoy irrumpe en nuestras vidas para decirnos que el camino de la salvación va en otra dirección; que los planteamientos a que tenemos sometida la existencia son planteamientos de muerte, sin salida, sin futuro...Y no podemos acallar ni atenuar la radicalidad de sus palabras: "¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!"         
    Pero tampoco las utilicemos como argumento de condenación: son palabras orientadas a crear esperanza, aunque no falsas ni cómodas esperanzas; son palabra de salvación, porque "Dios lo puede todo". Hasta cambiar el corazón de los ricos...
    Es fácil contemplar la mota en el ojo del otro; considerarse, por esta vez, libre de pecado. ¿Quien se considera hoy rico? Muy pocos. Pero ser rico no es solo poseer cosas sino poseerse, o ser poseído por las cosas. Y la salvación la encontraremos en la medida en que compartamos no solo lo que tenemos sino lo que somos; en la medida en que el dar nos proporcione más alegría que el recibir; en la medida en que nos situemos ante el Señor con la pregunta del personaje del evangelio: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
    "Una cosa te falta..." respondió Jesús. Invitándole a ir más allá de la observancia de los mandamientos, le invita, le urge, a adentrarse en el ámbito de la comunión interhumana, a liberarse de las redes que paralizaban sus movimientos..., para seguirle.
    Esa advertencia de Jesús -“Una cosa te falta”- debería conducirnos a la pregunta por el  ¿qué nos sobra?; porque muchas veces es la saturación la que nos impide percibir las carencias más importantes de la vida.
    ¿Qué nos sobra? ¿Miedo? ¿Insensibilidad? ¿Superficialidad? ¿Egoísmo? ¿Soberbia? ¿Rutina?... Es necesario revisar el ropero vital y ver qué cuelga de nuestras perchas, qué almacenamos en nuestros armarios. Ya san Pablo invitaba a los Colosenses y a los Efesios a hacer esa revisión, para deshacerse de lo que sobra y quedarse con lo esencial, con “lo bueno” (1 Tes 5,1). Caminamos saturados de cosas accesorias, olvidando la “carga ligera” (Mt 11,30) de Jesús.
     “Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura” (Mt 6, 33); “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si se pierde o se arruina a sí mismo?” (Lc 9,25); “No estéis agobiados…” (Mt 6,25). “Solo una  cosa es necesaria” (Lc 10,42). “Quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta” (Sta. Teresa). "¡Dios mío y mi todo!", decía san Francisco de Asís.
     También nosotros podemos, quizá, reconocernos en ese personaje, con una vida honesta, pero no radical. Como a él, puede que solo nos falte,  o nos sobre, una cosa para amar a Dios sobre todas las cosas; pero es esa precisamente, la que nos distancia y entristece.
     Ante la radicalidad de las exigencias de Jesús, los discípulos, nos dice el evangelio, se  extrañaron mucho. Nosotros seguimos tan tranquilos, quizá porque no las tomamos en serio. Pero Dios habla siempre en serio. No podemos banalizar su palabra.  Jesús es portador de preguntas y propuestas esenciales y liberadoras.

REFLEXIÓN PERSONAL
 .- ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra?
.- ¿Cuáles son mis preguntas en la vida?
.- ¿Discierno desde la palabra de Dios, o prevalecen otros criterios?


DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.